Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

martes, 5 de enero de 2010

ELEGIDO DEL MES: OCTAVIO PAZ


“Más que a vivir, se nos enseña a morir. Y se nos enseña mal”.
-Octavio Paz

Octavio Paz Lozano nació en Ciudad de México en marzo de 1914. Su primer acercamiento con la literatura lo tuvo gracias a la biblioteca de su abuelo paterno, un liberal que peleó en las huestes de Porfirio Díaz.
A los 19 años publicó su primer poemario llamado Luna silvestre. Se perfiló entonces como uno de los poetas más prometedores de México y Latinoamérica. Pero Octavio no solo fue un poeta genial, sino que también fue un brillante ensayista. En 1950 publica la primera versión de su célebre ensayo El laberinto de la soledad. Hasta el momento de su muerte, producida por un cáncer óseo en 1998, Octavio Paz no dejó de ser un autor prolífico. Asimismo, fue siempre un observador mordaz de los sucesos sociales de México y el resto de América Latina.
La obra de Octavio Paz es reconocida en todo el mundo. En 1990, con mucha justicia,
le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura. Sin duda, hasta el momento, es el mejor ensayista post moderno de Latinoamérica y uno de los poetas con mayor mérito.

Algunos de sus poemas:

LA CALLE
(POEMAS DEL ALMA)
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

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