Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

miércoles, 6 de enero de 2010

El elegido del mes: JUAN BOSCH GAVIÑO

Juan Bosch nació en 1909 en República Dominicana y su persona concentra los valores de un político humanista quien encontró en la Historia y la Literatura fundamentos y canales de expresión. Llegó a ser el Presidente de la República de su patria, luego de recuperada la democracia después de la dilatada dictadura de Rafael Trujillo, “el chivo”, pero por un corto período debido a que un golpe de estado lo expulsó ilegalmente del poder a siete meses de iniciada su gestión, en setiembre de 1963. Fue un autodidacta, dado que no terminó los estudios secundarios; sin embargo tiene una prolija obra de varios volúmenes en las que destaca como un brillante ensayista, historiador y analista político. Su actividad política se impuso sobre su actividad literaria, sin no por ello ser recordado como una de las figuras más prominentes de la literatura de su patria y de América. El mismo Gabriel García Márquez recuerda haber asistido a talleres de cuentos dictados por Bosch. Destacó como cuentista; su primer volumen de cuentos se llamó Camino Real, publicado en 1933. La editorial Alfaguara, en el año 2000 publicó su obra cuentística completa. Es célebre su novela La Mañosa, que representa los estragos de las guerras internas que afectaban a su país y que alteran el orden familiar de la voz protagónica, quien es crítica de las revoluciones, en torno a la figura de una mula de ese nombre. Juan Bosch siempre consideró las revoluciones como la causa del atraso latinoamericano. Actualmente el Partido de Liberación Domincana (PLD), fundado en 1973 por Bosch, encabezado por el presidente Leonel Fernández dirige los destinos de la nación dominicana Este notable intelectual y político falleció a los 92 años, en el 2001, dejando una notable impronta y obra, que conviene, en nuestro país, conocer más y ser difundida y apreciada.

A continuación un fragmento del inicio de su cuento “Luis Pie”:

A eso de las siete la fiebre aturdía al haitiano Luis Pie. Además de que sentía la pierna endurecida, golpes internos le sacudían la ingle. Medio ciego por el dolor de cabeza y la debilidad, Luis Pie se sentó en el suelo, sobre las secas hojas de la caña, rayó un fósforo y trató de ver la herida. Allí estaba, en el dedo grueso de su pie derecho. Se trataba de una herida que no alcanzaba la pulgada, pero estaba llena de lodo. Se había cortado el dedo la tarde anterior, al pisar un pedazo de hierro viejo mientras tumbaba caña en la colonia Josefita.
Un golpe de aire apagó el fósforo, y el haitiano encendió otro. Quería estar seguro de que el mal le había entrado por la herida y no que se debía a obra de algún desconocido que deseaba hacerle daño. Escudriñó la pequeña cortada, con sus ojos cargados por la fiebre, y no supo qué responderse; después quiso levantarse y andar, pero el dolor había aumentado a tal grado que no podía mover la pierna.
Esto ocurría el sábado, al iniciarse la noche. Luis Pie pegó la frente al suelo, buscando el fresco de la tierra, y cuando la alzó de nuevo le pareció que había transcurrido mucho tiempo. Hubiera querido quedarse allí descansando; mas de pronto el instinto le hizo salir ja cabeza. —Ah... Pití Mishe ta eperan a mué —dijo con amargura.
Necesariamente debía salir al camino, donde tal vez alguien le ayudaría a seguir hacia el batey; podría pasar una carreta o un peón montado que fuera a la fiesta de esa noche.
Arrastrándose a duras penas, a veces pegando el pecho a la tierra, Luis Pie emprendió el camino. Pero de pronto alzó la cabeza: hacia su espalda sonaba algo como un auto. El haitiano meditó un minuto. Su rostro brillante y sus ojos inteligentes se mostraban angustiados. ¿Habría perdido el rumbo debido al dolor o la oscuridad lo confundía? (...)

Fuente: http://www.literatura.us/juanbosch/luispie.html (consúltese todo el cuento en este espacio virtual)

JESÚS SALAZAR P.

Los Comentarios Reales de los Incas: (1609 – 2009)

Hace 400 años se publicó una obra fundadora: los Comentarios Reales del Inca Garcilaso. A su autor se le denominó con mucho entusiasmo el “primer mestizo”, “primer peruano” o “primer criollo”, pero al margen de los anacronismos con estos calificativos descansa la idea de una obra que representa los ideales de una visión de la historia de la cual el autor fue heredero. Queríamos destacar, en esta ocasión su particular situación lingüística. Escribió en castellano, pero siempre enfatizando su privilegiada posición como hablante nativo del quechua, para emplear los discursos orales y elementos que los cronistas e historiadores españoles no habían considerado o no habían comprendido cabalmente, legitimando su análisis, sus “comentarios”.
En la imagen, podemos apreciar su escudo, que aparece en la primera edición de la obra. (Lisboa, en 1609).

¿Quién es usted, señora?

Dos veces ha venido a mi hogar. La primera de improviso, la segunda ya no tanto.

La primera vez solo tocó y se marchó.

La segunda se quedó, se sentó en la mesa, entró en los dormitorios, departió con los cada vez menos amigos, compartió las risas y las lágrimas. Habló mucho con cada uno de nosotros, pero a todos nos dijo algo distinto y, a la vez, igual.
Con las visitas habló poco, hasta con algunas nada. Pero con una recurrente tuvo sesudos encuentros, prolongadas discusiones eruditas. Fue con el doctor.
Y así, por seis años y medio, acompañó a la esposa, a los hijos: a ella, a él y al menor, al niño. También a los demás. Pero con el pequeño tuvo especial deferencia. Cuando con el corazón en la mano entraba, cuando con miedo de que ahí pasara, estaba a su lado.
Sin embargo por quien tocó la puerta la segunda vez, apenas si la vio. Y si la vio, miró hacia otro lado y le dijo <>. Y ella, paciente, resentida, esperó. Finalmente, cuando ya estaba a punto de rendirse, él la miró y supo que como todos veremos en la vida, finalmente la gran batalla estaba perdida. Pero aún así lo hizo a su modo: esperó y con parsimonia y dignidad, decidió rendirse. “Era lo que tenía que pasar –debió decirle ella–, yo siempre gano”. Y, en una última sonrisa, él debió aclararle: “Usted ganó un día, yo le he ganado a usted veintisiete mil setecientos noventa, aunque reconozco que los últimos dos mil ciento noventa no fueron fáciles; pero me basta con decirle que en más de uno (que usted no estuvo) fui feliz para que se dé cuenta, con todo respeto, que yo he ganado.”

Usted ha venido a mi hogar, señora, y no sé quién es. Ha cambiado mi mundo, y no sé quién es. Pero sé que nos veremos algún día y ahí usted no se podrá escapar de mí y de mi pregunta: ¿quién es usted, realmente, señora?


BRUNO NASSI P.

Ignora la muerte

Sin creer en límites
Me dejaste creer, que el pasado es continuo
Mujer, que viviste una vida hasta el fin
Y al fin llegué yo a creer
Que un futuro muy cierto me espera
Tratando de ser un esclavo de la libertad
Que con tu sangre, que derramaste en esta pelea por ser
Viniste ¡maldita sea! a mi ser
Y llegaste hasta el fondo
Ahí donde yo pensé que era el final
Y al final, no hubo límites
Entre hoy… y ayer.

ANDRÉS BARREDA

Silencio

Allí donde nadie habla
El lugar donde nada escucha
Y donde tus pensamientos se hacen inteligentes
En su haber

Mundo donde todos callan
Paraíso donde ni un solo soplido de viento
Se atreve a silbar
Ni a cantar una canción de amor

Pues yo estoy allí
Solitario
Y cada vez que grito
Nadie me oirá

Y es el pasado y el futuro
Lo que ilumina mi mente
Y la hace pensar

Pues el sonido del silencio
Nunca se callará
Ni hoy ni siempre

Nadie me matará.


ANDRÉS BARREDA

Aire

Soy el aire
que nadie ve y todos sienten,
que pasea por la tierra
y mueve los árboles con sus manos.
Soy el aire,
que nadie ve y golpean salvajemente,
que tiene el rostro lleno
de llagas y lágrimas,
a la que sin importar los susurros de dolor
le atraviesan espadas de insultos
y golpes cuando ya estoy en el suelo.
Soy el aire,
que quiere dejar de sentir,
a la que le duele el corazón,
el alma y la mente,
que ya no quiere pensar,
que ha dejado de hablar.
Soy el aire,
solitaria, invisible,
aprisionante y libre.
Soy el aire,
no puedes tenerme,
¡Suficiente!
que las llagas no se sienten
y las espadas me hacen cosquillas.


RASHELL DÍAZ C.

Canción para el último resquicio

Sabe este camino, espacio o momento
a circunspección de las incógnitas pasadas,
a entraña misma de un converso
a mundo quebrado de sienes o
a sueño incrustado en alegorías escarlatas
cuando la tarde enmudece y
sufre la silenciosa cavilación del grillo.

Homínidos señalados con el dedo del tiempo
lloran ante la carne y la piedra.
El mundo es extraído con su vida inhalada
y se oye más nuestro latido diptongado,
como a claudicación del alba.

Descubren que alguien nos engaña,
alguno que no quiere creer
que la historia no es un reloj solar
que no cae como arena
en el que las huellas se borran,
empolvando plantas esparcidas

Hoy, homínido, dejas de leer tu real vientre:
nuestro destino es masticar nuestro vello,
es lamer nuestro sentido en piel, esparcida en el camino.
El desorden simétrico es ley de los tiempos.

Hoy, en una cueva, con frío.
Hoy, sin piel y desnudos,
cerremos los ojos:
no habrá muerte.

Todos desnudos, caminando, sin hablar:
el paraíso.

JESÚS SALAZAR P.

Angustias

Un nuevo día en el Angustias; esa caja de madera en el medio de la nada. El techo de la cabina se encuentra tan cerca del camarote que parece el interior de un ataúd. Juan Pablo abrió los ojos y por un instante se creyó muerto. Después recordó que así era su vida, que así lo había pensado ayer, anteayer, el día anterior a ese e inclusive la semana anterior a ese día. Tocó con sus manos el techo de cedro y trató de estirar sus extremidades. Volvió su torso boca abajo y bajó por la escalerilla del costado del camarote. Llevaba puesto unos pantalones de buzo y una chompa de franela que al parecer habían pasado a ser su pijama. Se dirigió al baño, se sacó la chompa y con su cara de aún dormido se miró al espejo. Abrió el caño, el agua estaba fría. El filtro estaba malogrado, de nuevo salían pequeños puntos amarillos y verdes del agua. Cerró el caño y con la misma cara de dormido se puso la chompa nuevamente. Tenía frío y por eso regresó al camarote por algo que lo pudiese abrigar. Encontró un par de medias y un sobretodo roído. Se los puso encima y fue a la cocina. Sacó del refrigerador una caja de leche, dos manzanas y un poco de mermelada. Agarró un pan de la canasta, lo mordió y sorbió mermelada del frasco. En un vaso vertió leche y se la tomó en unos pocos segundos. Guardó la caja de leche en el refrigerador y se fue a la cabina de control. Todo parecía normal, como hace ya unos cuantos meses. Nada había pasado en la base 226A desde que hubo una pequeña tormenta a causa de una gastritis. Terminó con el pan y se fue a lavar las manos. Recordó que el filtro seguía averiado. “Ya lo repararé”, pensó. Al mirar por la puerta del camarote observó aquel baúl de madera que le había pertenecido a su madre. Hacía ya tiempo que no sabía nada de ella ni de su padre. Probablemente habían muerto. “Así es la vida” volvió a pensar.
Un ligero movimiento del piso hizo que la tinta de su pluma salpicara en el papel de su próximo relato. Era la última hoja de papel que le quedaba. No tener con qué escribir sus relatos le parecía más fatal que no lavarse o no tener agua. Los suministros se habían retrasado y los víveres eran pocos. Mensualmente llegaban a la base 226A dos cajas, una con víveres y otra con hojas de papel y tinta para pluma. El intento frustrado de relato iba a ser el número cuatrocientos y merecía una celebración. Agarró el papel manchado, sacó un fósforo y quemó el papel. Mientras las cenizas se esparcían por el viejo escritorio de madera, Juan Pablo volvió a pensar en sus padres. El vago recuerdo de su mente revoloteaba en su cabeza y se iba apagando poco a poco. La llama del papel se hacía cada vez más grande y sin darse cuenta se quemó un poco la uña del dedo índice. Dio un soplido y las cenizas que colgaban del papel quemado volaron por el aire. Botó los sobrantes al tacho y se dirigió de nuevo a la cabina de control. No pasaba nada.
Las horas pasaron más rápido que otros días. Había llegado la hora de acostarse, las nueve y media de la noche. No hubo necesidad de cambiarse de ropa, ya que seguía con el pijama puesto. Subió la escalerilla al costado del camarote y se metió dentro de la cama. Se quedó pensando y mirando el techo un rato, mientras que su cerebro se desconectaba lentamente de la realidad. Sus ojos empezaron a pesarle y su cuerpo se relajaba. De vez en vez abría los ojos como si algo lo hubiera despertado, pero luego se volvía a dormir. Había un ligero movimiento en el barco esa noche y Juan Pablo se sentía un poco inseguro, a pesar de haber sentido lo mismo muchas veces anteriormente. Finalmente, logró quedarse dormido.
A la mañana siguiente despertó con ese mismo sentimiento de inseguridad y nerviosismo de la noche anterior. Sus manos estaban sudadas y con los puños cerrados, como si hubiera tenido pesadillas, aunque no recordaba lo que había soñado. Repitió la misma rutina del día anterior; la misma rutina de todos los días. Bajó la escalerilla de cedro, recordó la avería del filtro y fue directo a la cocina por un pedazo de pan y mermelada. La leche se había acabado.
Entró a la cabina de control y las lunas estaban empañadas; una ligera película amarilla las cubría. Agarró un polo viejo y las limpió. El paisaje no era placentero en lo absoluto: paredes rosadas y acolchadas y agua amarillenta con algunas pequeñas manchas verdes. Angustias se movía suavemente al compás de las respiraciones de la base 226A.
Juan Pablo se encontraba un poco nervioso, aún no sabía por qué. Sus manos sudaban y se le hacía dificultoso agarrar el timón. Tomó una gran bocanada de aire y la expulsó lentamente de su cuerpo hasta relajarse un poco. Una vez relajado, apoyó su espalda sobre el timón intentando encontrar una placentera vista en lo que aparecía al otro lado de la ventana. Se encontraba observando una pequeña mancha en el agua cuando vio que una burbuja afloraba. Se acercó un poco y vio unas cuantas burbujas más emergían del estómago. Pensó “esto no puede estar bien” cuando una explosión se oyó en el barco. Una burbuja había explotado justo debajo de la nave, felizmente no pasó nada. Trató de comunicarse con la base de control, pero la señal se había caído. Las explosiones eran cada vez más, las burbujas cada vez más grandes. El nivel del agua comenzaba a subir, y con él, el Angustias. El barco se tambaleaba y en un momento casi se voltea. Juan Pablo se levantó del suelo y agarró el timón. Había dejado de crecer en la base de control; en ese episodio eran sólo él y el Angustias. Los ruidos y los gases eran cada vez más fuertes, y desde adentro se podían escuchar los gritos de dolor del habitante 226A. De pronto, empezaron las arcadas. El barco se movía bruscamente mientras el agua seguía subiendo. Intentó hasta lo imposible por salvarse, por salvar su barco, su vida; mas la indigestión era terrible y las náuseas tan insoportables que no quedó otra que vomitarlo. Al jalar la palanca del inodoro, el barco se introdujo en un remolino tan fuerte que Juan Pablo no pudo aguantar. Su sueño, su vida, su todo, el Angustias, nada.

NATALIA RÍOS S.

Entonces… ¡ni palabra!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena….
Entonces… ¡Claro!... Entonces… ¡ni palabra!
César Vallejo. Poemas Humanos .



Permítanme, para empezar, una breve confesión: comentar los libros de Giovanna Pollarolo es para mí una experiencia particular y entrañable, porque pienso en una amistad que nació del cariño hacia la literatura y a los libros hace más de veinte años, en cómo Giovanna guió mis lecturas cuando éramos compañeras de estudio en la universidad y, en cómo esa amistad se ha mantenido y nutrido a lo largo de los años. Pero no por ello deben pensar que mi comentario está sesgado por esta confesión. A pesar de ella, y de que me significa un enorme esfuerzo ver la obra objetivamente, por ejercicio o deformación profesional he tratado de ver la obra por la obra misma.

Atado de nervios es una colección de cuentos magistrales que retrata con ironía y humor diversas situaciones cotidianas que viven parejas comunes y corrientes. Estos cuentos están relatados con tal verosimilitud que hasta le podríamos poner nombre y apellido a cada uno de los personajes. Cuando leí hace algún tiempo los primeros cuentos que dieron origen a esta colección, me quedó una idea dando vueltas por la cabeza, esta idea se vincula con la incapacidad para la expresión de los personajes femeninos. Y ese es el tema que deseo abordar brevemente en este comentario: la incapacidad para la comunicación como producto de un desequilibrio entre la experiencia y la expresión.
Al leer la colección completa y después, al releerla, me di cuenta de que la incapacidad para hablar, originada por situaciones de frustración intensa de mujeres que se sienten hechas un “atado de nervios”, podía ser el hilo conductor de la colección. Si se repara en este tema vemos cómo el título, el epígrafe y cada uno de los relatos dan cuenta del desequilibrio existente entre aquello que se vive y lo que no se puede decir, lo inefable.
Al respecto, y para centrar el tema es indispensable mencionar unas ideas tomadas de “Algunas reflexiones sobre el lenguaje” de Carlos Gatti Murriel.
El lenguaje, entendido como símbolo, como reunión del hombre con las cosas y de los hombres entre sí, es el medio de articulación de la conciencia. Simbólica es, en este sentido, la manera de articular la personalidad. De este modo, una personalidad integrada será aquella en la que experiencia y expresión estén equilibradas y cuyo espíritu se objetive a productos y acciones. Ahora bien, la formación de la conciencia y de la personalidad no es un fenómeno dado, sino que se construye; es decir, es un producto de la voluntad y es precisamente de lo que carecen los personajes de Atado de nervios.
La experiencia de frustración que viven las mujeres protagonistas de los cuentos; aquellas que están hechas un atado de nervios las deja inermes y, carentes de armas, ¿cómo conseguirán enfrentar la vida? No pueden actuar, no tienen voluntad para restablecer el equilibrio entre experiencia y expresión que representaría su salud mental. Todo las abruma, por eso, callan, pierden la posibilidad de verbalizar y así ver como un producto; es decir, “fuera de ellas” todo lo que llevan dentro.
Veamos algunos ejemplos: la esposa del cuento “Detrás de un gran hombre” pierde la capacidad de hablar. La razón podría ser la siguiente: su vida, aparentemente perfecta, es una realidad de soledad profunda que no puede compartir con nadie y que además, no puede asumir conscientemente. Esta situación la afecta de tal modo que enmudece:

El perfecto marido, quien no entiende lo que pasa con su mujer, cree que su mudez es la manifestación de una extraña enfermedad:

El momento crítico de la enfermedad llega cuando la pobrecita pierde el don de la palabra. Ahí no se puede expresar ni con monosílabos. Peor aún, ni siquiera puede hacerse entender moviendo las manos o la cabeza. No es que pierda la facultad, no sé si me explico. Es sólo que por alguna razón desconocida, no tiene la energía suficiente para asentir o negar; o para hacer un gesto con las manos. Y los ojos, que según algunos comunican más que las palabras, se vuelven totalmente inexpresivos. No manifiestan alegría ni tristeza ni dolor ni pena ni rabia. Nada. Parecen los ojos de un muerto.
Detrás... (p. 14)

Una situación similar vive la protagonista de Todo va mejor con Coca Cola, la cual no logra llorar ni gritar con fuerza en ese momento, y recuerda que cuando era niña podía hacerlo, pero dejó de hacerlo siguiendo el modelo impuesto por la madre.

La bodega estaba abierta, pero no había nadie detrás del mostrador. Se sintió incapaz de llamar para advertir a los dueños que un cliente esperaba. Golpeó el mostrador con los nudillos y se quedó esperando. La señora de la bodega apareció después de un rato, bostezaba y se refregaba los ojos como si acabara de levantarse. Le preguntó si hacía mucho que esperaba, normalmente los clientes llamaban a gritos. Ella dijo que estaba afónica, por eso no podía hablar en voz alta. En realidad, no podía gritar. Cuando era niña no le pasaba eso, una vez estuvo llamando a su madre repitiendo su nombre sin parar, a gritos y luego entre lágrimas y sollozos, por espacio de una hora. Tenía que buscar una reproducción de un cuadro renacentista que había aparecido en alguna de las revistas que su madre guardaba en el desván; las revisó todas y no encontró la que buscaba. Entonces empezó a llamarla, sabía que ella estaba en algún lugar de la casa y que la escuchaba, pero no le respondió. Cuando se cansó de llorar y de gritar, rompió las revistas y salió del desván. Su madre estaba en el dormitorio mirando el techo y le pareció que también lloraba. Pero no se acercó a preguntarle qué le pasaba. Se encerró en el baño y estuvo lavándose la cara un buen rato. Tal vez esa fue la última vez que lloró y gritó con tanta fuerza.
Todo va mejor... (pp.32-33)

El silencio no es una opción consciente. La realidad cotidiana la abruma de tal forma, que le impide deshacer ese “nudo de nervios” que la atrapa. No piensa, no reacciona, se deja llevar por deseos e instintos básicos.


La protagonista de La mujer del arquitecto encarna una opción diferente, elegida por ella, conscientemente, pero sin medir las consecuencias. Representa a la mujer que calla por la paz, ciertamente una paz barata. No habla, primero para evitar molestar, importunar al marido que está siempre en proyectos importantes y finalmente se acostumbra a ello y se convierte en una imposibilidad para expresarse. La realidad la desborda y la desequilibra.

Empecé a notar que cada vez me costaba más hablarle y que había muchos temas vedados entre nosotros; muchas preguntas que era mejor no hacer para evitar molestarlo o escuchar respuestas que me daban miedo oír.
La mujer del arquitecto. (p.56)

Estaba resentida por su indiferencia, pero no podía hablar, no sé qué me pasaba. Simplemente las palabras no me salían.
La mujer del arquitecto. (p.58)


Ni siquiera la solidaridad con otras mujeres permiten expresarse como La muchacha del pañuelo.

Quisiera decirle que ella hizo exactamente lo mismo hace apenas unos minutos, que hay dolores que no se aguantan, pero me quedo callada.
La muchacha... (p.46)

Lo sorprendente es que el libro nos hace caer en la cuenta de una realidad evidente en nuestro medio: a pesar de que vivimos en un mundo individualista y cada vez más desamorado, la idea del amor, del matrimonio y de la vida en pareja como una imagen de la única y perfecta felicidad siguen siendo el ideal, sobre todo, femenino. Sin embargo, suele producirse un desfase entre la “realidad y el deseo” y, precisamente de ahí, viene el desequilibrio entre la experiencia y la expresión: la realidad cotidiana no es asumida íntegramente, sino que se niega o se prefiere aquella que está en la imaginación, hasta llegar al punto que se pierde la posibilidad de verbalizar que no es otra cosa que ver objetiva, concreta y fuera de nosotros la realidad, por dolorosa que sea. Esta situación es la que evitan las mujeres que están hechas un atado de nervios. En un estado así, no pueden reaccionar, no pueden desatarse y terminan, finalmente, como lo anuncia el epígrafe de Almodóvar: perdidas, sin rumbo ni orientación; es decir, como “vacas sin cencerro”.

Martina Vinatea Recoba
Universidad del Pacífico

Educación literaria en el Perú

Hace algunos años, en un noticiero dominical, escuché a un profesor, en ese entonces presidente del SUTEP una explicación acerca del tema principal de “Los cachorros” de Mario Vargas Llosa. Su desconcertante descripción consistía, en síntesis, en describir la temática del libro como los problemas sociales en la Lima de los años 50, cuando en verdad este pequeño libro trata acerca de las vidas de un grupo de amigos miraflorinos, teniendo como protagonista a Pichula Cuéllar, quien ha sido emasculado por el perro guardián de su colegio, el Champagnat.
Tal fue mi admiración, mi estado de perplejidad, que diez años después aún recuerdo dicha entrevista y me digo a mí misma que esta puede ser la respuesta del porqué la educación literaria en nuestro país se encuentra en una situación así de vergonzosa. ¿Si los mismos profesores no leen los libros básicos para la educación, ya sea primaria o secundaria, por qué los alumnos lo harían?
Sin la motivación necesaria para los alumnos, la lectura se esquematiza como tediosa, aburrida y como una obligación. La presión del entorno, de calificar a la persona que lee como “ratón de biblioteca” o “nerd” hacen que el alumno deje de lado la lectura para poder acoplarse de manera adecuada a su ambiente. Es así que la comunidad lectora se reduce a gente “sofisticada”, dando a entender por esta infortunada cadena de acciones, que la literatura es una actividad de élite.
Es aquí cuando nace el deseo de utopía, en el que se tome conciencia del error y se pongan profesores realmente capacitados para moldear las mentes de los niños , se sueña con que se cree un programa exitoso tratando los problemas de comprensión de lectura; al mismo tiempo, se espera ver en las calles a todos los niños leyendo en lugar de ver las pantallas de los juegos de video. Se espera ver que una costumbre lectora se vuelva en pasión.
Sin embargo, de un momento a otro, uno se encuentra despierto en su habitación, con un libro a su lado, el cual identificamos como “Los cachorros”, de Vargas Llosa y se dan cuenta de que todo era un sueño.

RASHELL DÍAZ C.

El mundo está más cerca de lo que aparenta alejarse

Filippo Marinetti expuso en su Manifiesto Futurista (1909) que un automóvil en plena carrera era más bello que la Victoria de Samotracia. La nueva jerarquización que proponía en su retórica, evidencia el entusiasmo de lo nuevo y el culto a la máquina frente a lo tradicional, a lo consagrado, a lo canónico, en aquellos años de desafío al orden tradicional en el arte y las letras. Hoy, si contemplamos el desarrollo del arte contemporáneo nos encontraremos con retretes, latas de sopa de tomate, papeles arrugados o performances, algunos conteniendo la filosofía más intensa pasada por la frivolidad más flagrante, muchas veces. Y esto sin que necesariamente el artífice se lo proponga. Pero ese es un punto que no queremos abordar ahora, pensemos mejor en nuestro gusto. El gusto, por excelencia subjetivo, que es nuestro sentir ante estas manifestaciones, puede parecernos un espacio de libertad completa. Pero si deslizamos lentamente el velo, no lo es o no lo es completamente.
Nuestro gusto es cimentado en instituciones como la escuela, pero el mundo también nos manifiesta sus diferentes aristas, sus caras nuevas de transformación. Y luego siguen nuestros gestos y expresiones de gusto. El gusto, siempre tan inefable y mutable; sin embargo es él, quien sustenta toda nuestra hegemonía, nuestra fe, lo que somos. Mi cara de desagrado o mi cara de admiración, de risa o de llanto, muestra cuán firme estoy ante un esquema, ante un ideal compartido. Así, ver un papel arrugado o un carro destrozado en medio de una performance, al costado de un Discóbolo de Mirón, muy al margen de lo que se pueda opinar en la crítica especializada de arte o de las letras, puede expresar cómo se estructura el mundo y cómo me estructura a mí este mundo que me precede.
Salgamos, caminemos. Las calles siguen repletas de expresiones y gustos: el ser humano está plasmando una cadena de opiniones en torno al sentido organizativo de nuestra vida. Asombra ver que vivimos siempre sin advertirlo. Es un deber advertir que en lo que hacemos, por mínimo que sea, se vislumbra cómo nos han moldeado. ¿Seremos capaces de lanzar al Díscobolo? ¿Será que no es necesario tomarlo en esos términos, sino sólo mirar más nuestro sentir y ser conscientes de nuestro poder?
El mundo está más cerca de lo que aparenta alejarse.

JESÚS SALAZAR P.

Galahad: El caballero del cielo y la tierra

En una época muy lejana a nuestros días, existieron hombres que por sus grandes hazañas rebosantes de valor y fuerza dejaron para siempre sus nombres en el legado de la humanidad, en el mito. Todos conocemos las aventuras de: Arturo, Lancelot, Tristan, Gawain y Percivale. Pero en esta ocasión voy a contar la historia de un joven caballero que con la pureza de su corazón y la determinación de sus acciones logró conquistar la inmortalidad, la mente de los hombres y un lugar en el paraíso; Sir Galahad.

Galahad fue hijo de lady Elaine, descendiente de José de Arimatea, y Sir Lancelot, el caballero más valiente y bello del mundo. Desde su tierna infancia vivió en un monasterio donde recibió la inspiración e instrucción necesaria para la misión a la que estaba destinado. Cuando se convirtió en hombre se reencontró con su padre quien lo armó caballero. El día de Pentecostés, fue llevado a Camelot y ocupó su lugar en la mesa redonda; el “asiento peligroso”. Este lugar estaba destinado para el mejor caballero del mundo y castigaba con la muerte a aquel que tomara el asiento sin cumplir con los requisitos necesarios.
El joven, de rostro angelical y porte de guerrero se llevó la admiración de la corte y la del veterano rey Arturo quien lo puso a prueba una vez más haciéndole sacar una espada de una piedra, al igual que él en su juventud. Sir Galahad pasó la prueba.
Durante la cena de aquella noche, una visión del Santo Grial inspiró a los caballeros a llevar a cabo la sagrada búsqueda para lograr la paz.

Fue entonces cuando acompañado de dos nobles caballeros, Sir Bors y Sir Percivale, Sir Galahad comenzó su temeraria aventura. Durante su viaje mostró gran valentía y determinación siendo su arma principal la fe, cultivada en su tierno corazón desde la infancia y heredada en su sangre. Practicó la caridad con los necesitados y sacrificó las pasiones de su corazón, entre ellas el amor.
Después de la derrota de varios enemigos y la defensa de doncellas y oprimidos, el camino llevó a los tres compañeros al castillo de Corbenic donde son recibidos por el rey Pelles quien es curado de sus dolencias por Galahad. Fue en ese lugar donde los caballeros encuentran la sagrada copa. El espíritu de José de Arimatea se hace presente y celebra una misa con ellos. Cristo aparece ante Sir Galahad, quien le dice que volvería a ver el Grial en el país de Sarras. Los caballeros navegan desde Corbenic hasta Sarras en donde gobernaba el rey Estorause encierra a los caballeros en una cárcel. El Grial hace su aparición una vez más como se había predicho y libera a nuestros héroes. Estorause muere y Sir Galahad fue elegido para ser coronado como nuevo rey. Un año después de los acontecimientos, el espíritu de José de Arimatea hace una nueva aparición ante Galahad y celebran una misa. Fue aquí cuando Galahad una vez le agradeció todas las gracias recibidas y pidió que su alma fuera llevada de este mundo, y así se hizo. Los ángeles aparecieron y llevaron su alma al cielo junto con el Grial, que jamás volvió a aparecer en la tierra.
Sir Bors y Sir Percivale volvieron a Camelot a relatar los hechos y todos lamentaron la pérdida del joven caballero.

Galahad fue un caballero cuya convicción y lucha inundadas de fe inspiraron la vida y labor de caballeros como los templarios. El ideal de caballero cristiano en los que muchos buscaron convertirse. Sin embrago, a forma de aporte personal, creo que hay aún mucho que decir sobre Galahad. Se trata de un personaje del que podemos rescatar su pasión y decisión en oponer una meta. Ese sacrificio y dedicación que muchas veces dejamos atrás. Es la encarnación de la espiritualidad que también hemos perdido por la culpa de un mundo cada vez más materialista donde el egoísmo impera.
Desde muy joven, me sentí conmovida por la valentía y pureza de este caballero. Característica que me llevaron hoy a contar su historia y así rendirle un pequeño homenaje.

MARÍA LUCÍA VALLE VERA

martes, 5 de enero de 2010

La literatura en la era digital

Andy Warhol tuvo mucha razón al decir que todos los seres humanos deberían tener por lo menos quince minutos de fama en su vida. Seguramente así el mundo sería mucho mejor, y seguramente en ese mundo ideal no existirían los blogs. Porque, vamos, en el fondo los blogs responden a la necesidad –muy humana, por cierto– de notoriedad. En un mundo donde no importa el quién-se-es sino el qué-se-es, las crisis de identidad son el motivo más grande de visitas al psiquiatra. La Internet y su magia no podían estar exentas de este problema tan agudo. Es por ello que se han convertido en la plataforma ideal para que los individuos que, siendo parte de un todo son nada, puedan gritarle al mundo que existen, que ellos son. Los blogs, pues, en el fondo no son más que la respuesta tecnológica (en esta época qué otra podría haber) a la cuasi enfermiza necesidad de decirle al mundo “hey, yo existo, soy fulano de tal y pienso esto; ¡escúchame!... y, si puedes, coméntame”.
Me reiría simplemente de toda la ridiculez del sórdido mundo blog, si no fuera porque he oído por ahí algunas voces entusiastas –que de paso han agravado mi misantropía– que muy alegremente pretenden “bloggerizar” a la literatura. Es decir, pretenden desplazar a los libros y hacer reinar a los inefables blogs. Momentito, momentito… al César lo que es del César. De acuerdo con democratizar a la literatura, de hacerla llegar a más personas y más lugares. De acuerdo incluso con usar para ello los blogs. Pero lo que sí es inaceptable es pretender inscribir todo el discurso literario al mundo blog. Ahí sí es necesario sacar las garras y defender a la literatura porque, confinarla a los blogs, sería asesinarla: caería en una aguda mediocridad, en una anorexia intelectual gravísima.
Son muy pocos los blogs que realmente no están creados por seres ávidos de atención a toda costa; son los menos aquellos que no tienen oculto el gusanito de la vanidad e incluso, en casos más graves, el parásito de la megalomanía. La literatura no debe caer en los tentáculos de la tecnología, más bien debe poner a su servicio a la tecnología. Esa es la fórmula que debemos perseguir. La democratización de la literatura no debe volverse una destrucción de la literatura. Estemos alertas.


BRUNO NASSI P.

ELEGIDO DEL MES: OCTAVIO PAZ


“Más que a vivir, se nos enseña a morir. Y se nos enseña mal”.
-Octavio Paz

Octavio Paz Lozano nació en Ciudad de México en marzo de 1914. Su primer acercamiento con la literatura lo tuvo gracias a la biblioteca de su abuelo paterno, un liberal que peleó en las huestes de Porfirio Díaz.
A los 19 años publicó su primer poemario llamado Luna silvestre. Se perfiló entonces como uno de los poetas más prometedores de México y Latinoamérica. Pero Octavio no solo fue un poeta genial, sino que también fue un brillante ensayista. En 1950 publica la primera versión de su célebre ensayo El laberinto de la soledad. Hasta el momento de su muerte, producida por un cáncer óseo en 1998, Octavio Paz no dejó de ser un autor prolífico. Asimismo, fue siempre un observador mordaz de los sucesos sociales de México y el resto de América Latina.
La obra de Octavio Paz es reconocida en todo el mundo. En 1990, con mucha justicia,
le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura. Sin duda, hasta el momento, es el mejor ensayista post moderno de Latinoamérica y uno de los poetas con mayor mérito.

Algunos de sus poemas:

LA CALLE
(POEMAS DEL ALMA)
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

LUIS FERNANDO CHUECA FIELD

El camino

Hurgando, recordando,
a cada instante se entierra mi mirada. Y mis
rodillas, apuradas, se unen en la arena.

Sigo. El rumor del recorrido permanece
como un castigo inefable,
inalterable. Como un gemido inútil
se estrella contra el suelo frío y
pedregoso.

Caigo.
Mi sangre riega la tierra inútilmente.

De: Ritos funerarios
Lima, 1998

LUIS FERNANDO CHUECA FIELD

Ciudad vacía (exteriores)

Un cuerpo solo transita
una ciudad vacía.
La ciudad: lima,
grande y pestilente
De dedos fuertes
De antiguos osarios
Desgarrándose.
Lima,
la que amarra los talones
al cemento
y erosiona gemidos
desde la profundidad
de sus escombros.
Ciudad fuego y piedra
endurecida.

De: Rincones (Anatomía del tormento)
Lima, 1991

Violeta flor de Alhambra

En broche abierto la violeta lila se afirma en pétalos de rocío. En
perfume de iris tornasolada aprieta el rastro breve.
Su campánula se desflora y alarga la oreja, o son de rodeos.
Algunas se despiertan en rayitos de luna.
La violeta lila escribe su haiku en pergamino morado. Aparece
Tal de gotitas, tal de tic tac en evaporación, que no se siente sino
En sus venas.
Sus peciolos se arriesgan en pequeñas orlas. Se cuelga en hilo
De perlas.
Desde los puntos de la tierra llegó el jardinero de humo y le
Chisporrotea espejos cristalinos. Su agua se macera. Se hace pie
De multiplicados dedos.
La violeta lila en el árbol yace enramada, y se ha invadido de
Todas sus partes.
Cuando cae- leve, y casi en silencio- el aire no la siente. La
Lila en botón, sin peso cae como una breve página de aire arru-
Gado.
Si se abre en antigua ermita, s se detiene a sus rayos solares,
Si está en hostia de pétalos, si es lámpara de olor, si se ensueña en
Pestañas, si es campánula pequeña y abierta de ternura.
Cae como cascada sin agua, como copo de cristal, como lila
De arete, como luz demorada.
La violeta lila más que aire inflamado, es desaparición nup-
Cial. Más que vellocino de púrpura, es mano desordenada de lo-
Ciones.
Más que buganvilla de soltera, es papel de turquesa. Más que
Sencillamente lilas, es violeta ante la luz suficiente.
Como estrella de bengala se entrega a su paseo de monja en-
Rarecida en la rama. Si es sedosa, el terciopelo aparece en poros
De amatista.
Un vestuario de duquesa reza en sus ramas. Baila en esas ca-
Lles enamoradas con ese silbidos de las cuculíes.
Si es rubí despelucada, si es el primer beso de los canarios, si
Es bouquet sencillamente violeta, si es flor de La Alhambra, si es
Flor del Tao Lila.
Se asume todo el aire en columpios, si es pie quebrado de pa-
Je, si sus linderos asumen su catarata, si es sensación, me agranda
De inmensidad los sentidos
Si es toda la humanidad para su piel primogénita, si chispo-
rrotea en pestañas, si al caerse recojo su oración de convento.
Si está sobre las aceras de las calles, o los jardines; si es lila y
Morada, si es violeta lila, si es violeta lila.
Cómo calla su procesión de corolas, cómo despierta sus papi-
las, cómo esconde su perfumario.
Cómo se escancia largamente en sus fuegos artificiales, có-
mo se da limosnas en el aire, cómo se empequeñece ante la
primavera morada.
Cómo se hace saltimbanquis entre la enramada, cómo se es-
capa de soltera, cómo se cae de baile en el jardín, cómo luce entre sus pé-
talos de estuche.
Se cae de morada, en azul celeste, en lila esencial. Ella no sabe
si es pimpollo de orquídea en la nocturnidad.
No sabe si artificio de ultravioletas que o está en agua .
Sólo los picaflores absorben su ansiado y coquetea con sus
membranas.
¡Oh bella gema de broche vegetal! Alveolado lobular de zafi-
ro, cerumen del alba amanecida, flor de pasión suspirante, tintura
de azul y rojo que se da en morado.
Y si es celeste vuelve a su estado natural. En su casquete, de
jade verde, se abre de escanciada como arete de lociones.
Se abre de escanciada como arete de lociones.
Se abre. Y allí está. Ahhhhhhhhhh, cómo la siento desde aquí
que se me extravía el corazón.
¡Oh, la violeta lila! Cómo cae sobre mi consistencia y me
Llueve.
Me llueve. Me llueve perfume.

Del libro inédito Tao de La Alhambra

CESAR TORO MONTALVO

S.T

Tengo miedo de todo lo que sucede.
Tengo miedo de morir y no resucitar al tercer día.
Miedo a caer del piso 26 y que mis huesos no sanen solos.
Tengo miedo.
Miedo de que los cortes de mi brazo no se cierren y la sangre corra
con tanta fluidez como el río de lágrimas ubicado debajo de mis ojos.
Tengo miedo a que me dejes,
a la oscuridad,
a los reptiles
y a la muerte.
Tengo miedo y tiemblo.
Tiemblo ante la idea de que todo suceda,
de que nada suceda,
de que me olviden.
¡Dios! No dejes que me olviden.
Te doy mi alma a cambio, pero que no me olviden
pues sino... me quedaré sola;
la vida es muy muy corta
y el pacto aún no tiene efecto,
porque paso por las calles
y nadie grita mi nombre

RASHELL DIAZ

Inmortal

Eres inmortal,
me repito todos los días...
tienes que ser inmortal.

He visto espadas surcando tu piel
y varas incandescentes mostrándome tus secretos.
Eres inmortal
me digo a través de la ventana cristalina,
mientras te digo adiós.

Eres inmortal, tienes que serlo...
porque me aferro a ti;
abrazo tu pierna para que no me abandones,
me niego a dejarte ir.

Eres inmortal,
respóndeme de una buena vez,
que esperar me despedaza,
me rompe el alma.
Camino con flores en las manos,
tu hogar el azul grisáceo,
una luz tímida te da la bienvenida
mientras callo al violinista como tú querías.

Despierta.
¿No ves que aún tengo esperanzas?
¿No ves que me desvanezco contigo?
Eres inmortal, entiéndelo,
no puedes irte.

La habitación se cierra,
mis ojos también,
escucho el leve murmullo de la brisa en mi espalda
y por fin, rompo en llanto

II

Mi piel aun se escalda,
Y es una pizarra de matices miedosos,
Cuando untas tus dedos sobre su temblorina.
Descubrieron que el viento cultiva en los poros.

Lóbrego, descuidado, sin timón:
¿Recuerdas los miedos a la muerte y nuestra soliviantada soltura?
¿Recuerdas mis bromas náufragas acariciando tu diplomacia?
Sonríe si un viento sabe a indecencia y es como un caballito
Pero de Troya, con guerreros caducos.
Verás tus guerras caer, aunque yo esté muerto en las murallas otroras.

Mañana parto para un lugar llamado Perú,
El avión da vueltas en espiral y se estrella en algún campo.

Camino a la derecha y me escondo para almorzar.
Digerir satisfecho recuerdos.

JESUS SALAZAR

Seísmo

Fue un seísmo seis veces multiplicado.
Un remolino nos macondisa, sale de la tierra.
Espero tener ánima para señalar algún día tus pasos.
No creas en un universo restringido: baila la tierra.

Todo tiene un coto: los dos quisimos que así fuese.
Yo hubiera querido que me prefieras en el polvo enajenado
De mi carne macerada por los días, pero la tierra tembló...
Soy un proscrito de la vida y escapo de la inquisición.

El brujo que encarno es quien mira rápido el sol
Que nos negamos a esperar, que yo no quise conjurar:
Hoy occipito en mi cruz y sangro para que no tengas miedo.

Occipito para que la tierra no te asuste, me alieno en polvo
Para que no estornudes, para que repelas las escobas
y bailes con la tierra con cercenado mi cuerpo para 6 veces viva que seas.

No me a b r o q u e l o, pues danzas.

JESUS SALAZAR

I

No dejes, Amor, que la nieve queme tu voz.
Si pasa un silencio, atrápalo.
Leña que sea, para que sienta calor
en este verano gélido que estoy viviendo,
en el que escucho tan lejana tu voz.

Así el humo que a ti huele,
me recordará que mi humor,
aterido por el sol,
se mueva en las extremidades
del día a día.

No dejes, Amor, que seamos como el sol
un hielo que dice noes, que dice una tostada
por culpa de cuánta distancia.
Entonces, somos si silbas despacio
para que escuchen todos.

Cristaldehído de realidad:
si lloro que se escuche,
pero que no quebrante los mares ni el sol
para que siempre existamos,
porque te quiero concreta y feliz

aunque eso tus labios me cuesten,
más nunca el arrullo que supone tu voz

Lloro en pareados,
son las gotas de mis ojos

Porque el viento se disfraza de tu suavidad
y siempre serás concretamente volátil

Lloro en gozo,
y lo digo como es:

Serás.

JESUS SALAZAR

Inteligencia paranoica

Es sobre un amigo. Esta historia, claro. Aunque tiene otras, por supuesto. Todos las tenemos en realidad: tú, yo, nuestros conocidos (¿acaso y podríamos tener los mismos? Entonces mejor me cuido de no poner nombres). Pero no es creíble. No, no la historia (o quizás). Esa sí. Que yo tenga un amigo. No, eso tampoco: ¡cómo puede alguien pensar que no tengo un amigo y una amiga también! Los tengo, amigos, amigas que quizás son conocidos de quienes lean esto y de ahí saquen quién soy o quién es el amigo así que mejor no digo nombres ni doy características. Nunca se sabe. Pero decía que no es creíble. No la historia. No yo (yo soy creíble, ¿o no? Mejor no me respondan, pero quién podría responder si no saben quién soy, y mejor me cuido para que siga así). Lo que es poco creíble es, en todo caso, que yo inicie este relato diciendo que es la historia de un amigo. Alguien quizás piense que por eso la hago tan larga. No. Porque ahora regreso. Lo anterior son aclaraciones para proteger identidades. La mía. Y la de mi amigo. De quien quiero hace rato decir que dudarán que tiene una historia que yo esté contando. No porque no la tenga. Ni como ya dije porque no exista él, pese a que no diga su nombre. Sino porque es dudoso que alguien empiece una historia diciendo que le sucedió a un amigo suyo.

Todo empezó como jugando... nunca pensé en quererte tanto... y hoy que lejos te siento... hasta parece un sueño... el haberte querido con tal devoción... Todo empezó como jugando... Y ciertamente empezó como jugando. Nunca pensó (si es que ya me creen que se trata de un amigo cuyo nombre no puedo revelar) que terminaría volviéndose una gris figura en la sombra, un experto en detalles, en un receptor de informes. En un Montesinos. Aunque uno sin poder político. Ni económico. Ni con oficina propia. Más bien con dormitorio y PC propia. Eso sí. Y hoy que tanto te odio... te maldigo mil veces... Y quisiera morirme y volver a vivir... No es que el odie a nadie, pero en ese momento en los parlantes de aquel lugar (no diré cuál por seguridad) era la parte de aquella canción de cantina que se oía. Bueno. Era una cantina. Pero no diré cuál. Eso no. Lo que sí diré es lo que me dijo:
–Sabes, Terencio, esta maldita manía de averiguarlo todo, de ser un maldito pulpo con redes en todos lados... ¡Carajo!, de ser un imbécil que se mete en lo que no le importa porque sí le importa...y eso, pues, tú entiendes, es una mierda, me ha jodido la vida: ya no puedo estar tranquilo, no puedo hablar tranquilo, nada, carajo, nada –obviamente yo no me llamo Terencio. Pero sí fue eso lo que me dijo ya por su tercer vaso de whisky.
–Oye, Plauto, pero yo pensaba que era interesante esto de enterarse de los detalles turbios, no sé, es como ser medio detective, o más bien espía. Además, es como que te da poder eso de saber, te permite actuar mejor, no sé –y obviamente él no se llama Plauto. Yo iba por el segundo vaso también.
–¡Já!, interesante, cómo no. Lo es. Mucho, mucho. Hasta divertido. Pero dime, ¡dime tú que sabes de la vida qué pasa cuando te lanzas a averiguar todo, quieres saber todo y te enteras, por ejemplo, de una infedelidad! ¿Has escuchado esa canción “Infidelidad en la era informática”? –en realidad no la había oído, pero ya el título me daba la idea, además si le decía en ese momento que no se iba a poner a cantarla, y su voz no es particularmente la de Caruso, más bien en ese estado etílico era algo entre Susy Díaz y Monique Pardo. Sí, qué miedo–. Bueno pues, eso me pasó ¡A mí, a mí! ¡¿Puedes creerlo?! ¡A mí, al rey del ascensor lo hicieron subir por la escalera! Yo que lo sabía todo no me daba cuenta de lo obvio. ¡Todas son iguales, carajo, todas! ¡Salud con la copa rota!
Chuuuuuchaaa, pensé, lo cornearon a este cojudo. No se lo dije, claro. Más bien le dije:
–¿Qué, y así nomás? –eso no estuvo bien tampoco, así que–: Quiero decir que te diste cuenta de una infidelidad que te afectó así de pronto.
–Así, así, un día, así, como jugando, como decía la canción... Yo la quería, pero eso sí, cojudo no soy y confiado menos, la investigué un día y zaz, las pruebas hablaron solas –se terminó lo que le quedaba de whisky y se sirvió otro poco del elixir pero ahora puro–. Pero me vengué, ¡de los dos! ¡Já!, y cómo me vengué. Puta... si supieras, hueón. Pero esa te la cuento la próxima, te lo juuuurooo... ¡Salud!

Hicimos un brindis. Y me dijo ahí el nombre de la infiel. No lo puedo decir, claro. Brindamos a su salud. Luego de eso me dio un CD que llevaba en una cajita empapelada con una hoja bond. “Ahí está todo”, me dijo. Y en efecto ahí estaba todo, como luego comprobé. No las pruebas de la infidelidad, por si acaso. Estaban todas las <> del saber que se obtiene en las sombras. Y fue así como me volví un pulpo, el dueño de un “servicio” personal de inteligencia, aunque una paranoica. Bastante en realidad.
Por eso escribo esto así. Con oraciones cortas. Con vueltas. Con cuidado. Me protejo. Nunca se sabe. Soy paranoico. Es el precio. También por eso este es un mal cuento. Si quieren uno bueno busquen en algún blog (sí, esos arrabales cibernéticos). Por ahí hay uno de cierto imbécil con talento. O eso creo. No lo he investigado del todo.
Y no crean que él soy yo. Ni que yo mi amigo. Ni que mi amigo es él. O yo el amigo de él. Mejor no crean nada. Háganse los que no leyeron nada.
Olviden. Olviden. Olviden...


BRUNO NASSI

Vamos al rescate, nunca es tarde

El año es 2009 y la cultura ya no es la misma. La moda cambia, junto con la economía y la política. Lo que se mantiene estático es la sociedad y sus creencias. Ya sea 1960 o el mes pasado, los prejuicios sociales no se desvanecen. Probablemente el sector afectado sufra las consecuencias en mayor o menor rango, pero vive con dichos estigmas para siempre.
En el caso de quienes osamos dedicarnos a la literatura ya sea como escritores o como críticos, el estigma eterno consiste en calificarnos como una horda elitista incapaz de permitir el cambio en la orden social que nosotros mismos hemos organizado. Nadie puede ingresar a nuestro “círculo cerrado”, muchas veces calificado de mítico.
Este cliché tan común ha sido poco combatido. La literatura ha sido dejada de lado y los que vivimos apasionados con ella hemos olvidado compartir esa pasión con el mundo. Dejamos que se desvanezca y que se vea eclipsada por los avances tecnológicos. Los niños ya no añoran los cuentos, añoran los juegos de video. Los jóvenes dejan de lado un buen libro y buscan los resúmenes en Internet. Las librerías, una vez abarrotadas por fervientes seguidores, se encuentran vacías y desiertas, como una iglesia a la media noche.
La literatura agoniza y a veces tenemos la impresión de que nadie hace nada por ella, ni siquiera nosotros. Lo cierto es que la literatura, al igual que cualquier arte, es asequible para todos. Los libros, los ensayos, los poemas o los cuentos están a nuestro alcance y es momento de quitarnos la venda y reingresar al mundo literario que es tan necesario para el completo desarrollo de nuestra generación y de generaciones futuras.
La literatura reside en el corazón de todo ser humano, ya sea joven o anciano, hombre o mujer, tenga o no tenga dinero. La llama se encuentra en el interior de cada uno de nosotros y el trabajo que tenemos trazado es el de reavivar esa suave llama, no solo para demostrar la utilidad de la misma sino para darle un nuevo sentido a la vida de todos.

RASHELL DÍAZ

De los infiltrados, los poros y los lectores

Los poetas, los escritores no son, en esencia, ni del Olimpo, ni de las clases obreras. Son solo individuos. Infiltrados en los centros de trabajos, en las escuelas, hasta en las cárceles. Y otros osados en las universidades, que con o sin la crítica, quieren abrazar la literatura –o las humanidades- como, aunque usted no lo crea, medio de vida. Preocupados, principal y sea consciente o inconscientemente, por el decir o por la expresión y sus múltiples carriles.
Nos paramos ante la vida con el conformista estilo del habla cotidiana. No se trata de un cliché extraño, de ir por el mundo enrevesando el lenguaje o el lenguaje de los símbolos. Sino de explotar todo aquello que subyace sobre nuestro dulce don innato –quiero creer que es así- del habla humana. ¿Se imaginan todo lo abarcable por nuestra creatividad y expresión? Un lenguaje nuevo es una sociedad nueva, porque hay nuevas formas que estructurar dentro de la interacción humana. Un lenguaje nuevo es un hombre nuevo, que tiene nuevas necesidades que sabe qué desea y qué más anhela. La correspondencia del lenguaje se produce con todos los niveles de interacción humana. Y, señoras y señores, ahí se encuentra la literatura. Un gran lenguaje siempre intrínsecamente renovador, que es capaz de abarcarlo todo: desde la más banal confesión de algún individuo hasta las problemáticas más relevantes y cuestionadoras del espíritu humano. Es decir, la literatura es el amplificador de un Yo que está decidido a pregonar su existencia en medio de un mundo cada vez más ensombrecido en una masa gris de millones de clics y de intereses meramente lucrativos: ante ello es el ámbito para cuajar la inmensidad del panorama social y humano. Y, no obstante, tiene el injusto estigma de actividad improductiva, de labor trasnochada, de no ajustada a lo nuevo. Desde ya sabemos que habrá muchos que jamás declinaran ese modo de pensar. Pero la literatura está ahí, incólume, calmada ante tantas masificaciones apresuradas que nos restan la posibilidad de creer que en el mundo hay más sofisticaciones que las ultimas tecnologías. Y los escritores, los poetas, los filósofos, los letrados, si nos abstraemos y olvidamos inclinaciones políticas o gustos y planes personales, conviven en la libertad de escribir y de sentir, sin ser especiales, solo hijos del seno de la cultura, pero firmes poros de exhalación y de sosiego, pues permiten un momento reflexión, un momento de descanso en la rueda de marcha del mundo.
Sin embargo, no se trata de que debamos ser imitadores de la realidad, no tiene por qué la literatura ser panfletaria ni difusora de nada. Si lo quiere, tal vez. La literatura es libertad y es el lector el gran juez. Todo subyace, todo puede juntarse en un entramado simbólico, literario y es el lector el que lo adoptará. Ser conscientes de ello nos debe hacer pensar menos en veleidades y más en despertar al mundo con lo mucho qué decir. Que no sabemos que es pero que existe y se extirpa del mismo espíritu humano, pero para el mismo espíritu humano.
Para ti, lector, en este hermoso país de no lectores, muchos no culpables de esa carencia vital, nace este proyecto. Para ti, escritor nace esta butaca, para oxigenar el mundo, para descontaminarlo de su letargo. La literatura descontamina, libera, crea y DICE.

JESÚS SALAZAR.

No viejecita, pero sí encantadora

La imagen es la de una viejecita tendida, agonizante, en su lecho. La única compañía que tiene en su habitación a la que no llega la luz solar, son algunos objetos empolvados. Entre ellos, abandonados a su suerte, algunos libros de tapa gruesa, de hojas amarillentas; por ahí, alguna pluma fuente, una máquina de escribir con las teclas desgastadas, manuscritos con las hojas arrugadas... Y en la cama, no menos desamparada y triste, la anciana mira inmóvil, ya sin emoción, sus antes preciosos objetos. Se recuerda a sí misma joven, bella, codiciada por muchos, conocida por todos. Pero esos fueron otros tiempos, otros aires.
No muy lejos del dormitorio de la anciana, en un pequeño departamento, una joven pareja permanece inerte. Sus vidas están detenidas frente a una caja que emite, sin cansarse, miles de imágenes simultáneas. Lo único que tiene vida en ese habitáculo es un pequeño dispositivo que sirve para cambiar las imágenes de la caja. En determinado momento, una de las escenas que el cuadrado artefacto transmite es la de una viejecita que se haya en nostálgica agonía en una habitación empolvada, rodeada de objetos. Por fin, tras tensos minutos de suplicio, la mujer muere. La imagen se vuelve negra por unos segundos hasta que unas letras blancas irrumpen: “Así, tras siglos de existencia, de respetada e indiscutible presencia, murió doña Literatura. Nadie supo nunca cuándo nació, solo se sabe que murió víctima de un cáncer audiovisual que la consumió sin que ya nadie pudiese socorrerla”.

Así de dramática, de apocalíptica... de audiovisual es, según los tiempos contemporáneos, la situación de la literatura. Y es que, se dice, la literatura ya pasó de moda, como los pantalones acampanados, ya no se usa. Ella ya no está in, ya fue, ahora lo que es, es lo audiovisual, lo que no demanda ejercer la razón. No pensar, esa es la premisa. Los tiempos actuales exigen actuar, no pensar. Se gana dinero haciendo, no razonando. Son los tiempos del qué y no del quién. La “vieja” literatura, pues, no calza dentro de la vorágine de estupidización masiva. Ella, por el contrario, invita al peligroso ejercicio de pensar, de cuestionar; ella se detiene en el despreciado quién.
Es por todo ello que hoy, algunas voces entusiastas, cansadas de tanto pensar, proclaman la muerte de la literatura. Los dueños de aquellas, extasiados por la tecnología, ven como una pieza vetusta al ejercicio de las letras. Aceptan, sin más, el mundo en el que les ha tocado vivir y, creen, la felicidad aguarda todas las noches en la teleserie de moda. Ante tal escenario, irónicamente, la literatura es un accesorio banal, sin mayor trascendencia para la apresurada vida moderna.
Pero, por más que chillen, aquellos orgullosos de la estupidez contemporánea, se equivocan. Aunque golpeada, la literatura sigue vigente, sigue siendo una actividad vital que genera muchas emociones. La literatura, a diferencia de la imagen que dan los medios, no es una anciana moribunda; ella sigue siendo un ser vivo y jovial.

BRUNO NASSI