Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

jueves, 24 de junio de 2010

Una última velada y un perdón

Alejandro Prieto

Una cuantas hojas de eucalipto en un recipiente con agua a gran temperatura; una mejor amiga que se ríe al verlo masticar chicle y las palabras de su falsa musa que flotan en su mente cabizbaja por un día perdido. No sabe qué hacer, la monotonía de su vida va acabando con las ganas de salir a la calle y pasear por entre los parques que rodean su casa, aunque para él sea un sinsentido las calles.
Su tez es trigueña, algo suave para ser piel de hombre, y carga con dos ojos de un marrón oscuro; sin embargo, muestran cierta debilidad que a la vez juega con su soledad; su estatura no es mucha, al menos puede pasar el promedio de su país, nariz algo normal, sin desperfectos ni aguileña, viste siempre de gala, pues dice esperar la muerte. Hoy sabe que su vida llegó a su final, que mañana para qué despertar, si vivirá esclavo y preso, producto de una mudanza conyugal. A él nunca le gustó la convivencia. El humo del eucalipto sube entre sus orificios nasales y aromatiza su sala, Vanessa, la mejor amiga, trajo una baraja de cartas y un par de tragos.
Los vasos y los juegos vienen y van; Blackjack, tal vez póker o incluso un juego de cartas casero, esos los que todos conocen y varían sus reglas, son testigos de confesiones por parte de los dos, uno dice que se arrepiente a vísperas de su mudanza, mientras que el otro sólo confiesa lo mismo de siempre. Los dos saben para qué están reunidos, las intenciones o el sin querer quedaron atrás hace más ya de dos años, cada uno se conoce hasta al más ínfimo detalle y saben que desde mañana todo paulatinamente tendrá que terminar. Qué inoportuna despedida aquella que sabes que llegará e incluso el día que viene quisieses regresar. Las mismas palabras de todas las noches flotan sobre la mesa: qué será de mí ahora que no podrás verme, no te preocupes, que aunque ya esté casado igual nos veremos, a escondidas pero no importa; no podré verte con ella en un mismo sitio, no lo aguantaría; sabes que solo me importas tú y no ella, pero también sabes que tengo un compromiso y aunque no quiera igual tengo que enfrentar los errores de una noche repentina. Los dos se desesperan y toman cada uno un shot de tequila, fuerte e irritante para la ocasión, dentro de cada cuerpo ese fugaz trago ha prendido una llama que seguro, como en otras ocasiones, terminará siendo una noche en vela.
Ahora juegan más cerca, sus respectivos dedos índices se pierden entre sus cabellos aromatizados por cigarros, alcohol y eucalipto; que eres mi vida y no te perderé, tú bien sabes que regresarás, siempre lo has hecho y estoy segura que está no será la excepción, desde que te conozco siempre me buscaste, yo nunca te llamé, me necesitas. Desde la mesa, gracias a un control remoto, esos de los que ya ni entiendo, se prende un minicomponente, a lo lejos suena un bolero; ¿Bailas?
Dos cuerpos unidos por notas que se perderán entre el tiempo y el espacio, somos pocos los que logramos captar una nota por más de un día, se quedan siempre en el mismo lugar; suenan, suenan y suenan, y bailan alegremente con una sonrisa que delata quédate. Giran sobre un mismo eje, qué mal que bailan. Saben que es hora de acercarse un poco más, ya solo los distancia el hablar y las ganas que cada uno tenga de besar al otro. Dime que me quieres, que no te perderé. Te diré lo justo y necesario para que te quedes el tiempo que quieras, sabes que ahora no puedo decir aquello que me pides. Es injusta la vida con aquellos que entregan mucho y pierden todo, nunca des más de lo que esperas recibir. A Vanessa no le importa que no le correspondan, hoy día ella solo quiere pasar la última noche junto a él, quiere convencerlo de la manera más libidinosa que ella sola exista y nunca existirá otra más. Son casi las tres de la mañana, botella de tequila a medias, y muchas ganas de otro shot, se mandan al hilo cuatro, la cabeza de cada uno solo da vueltas sobre el mismo eje del que me quejaba cuando bailaron, ahora sí se besan, dejaron de cohibirse. Se acuestan sobre la mesa muy agitados ya, ahora suena música de los Beatles. Well shake it up baby now, le dice él a ella mientras se besan con furor, ello incrementa más las ganas de una noche sin freno. Entre risas y olor a trago caminan desde la sala hasta el cuarto, el cual está tan desordenado, que cualquiera que lo vea en ese estado se arrepentiría de lo que hace; sin embargo, ellos dos no, ellos se citaron, sabían el porqué. Un polo rosado por el suelo y cae otro, pero de color rojo, sobre una silla; ahora es el turno de los jeans, caen abrazados por las piernas en cualquier sitio; la ropa interior les sigue en el desfile, ellos caen más cálidos; por último cayó la decencia, pues él se arrepiente de lo que va a hacer y llora por dentro, aunque no quiera esa mudanza; aunque su vida se vuelva monótona, aunque la quiera poco, pero más a ella, sabe que lo que hace no tiene marcha atrás, que desde este punto clímax solo le queda disfrutar del tiempo de su unión, que pasará tal vez las mejores horas de su vida en esa cama, en la cual ya no dormirá nunca más; que como la historia que ellos dos cerraron con su casa tiene que ser igual. Ahora que la ve encima de su cuerpo y ve a aquella Vanessa que una noche, al dejarla en su casa después de una discoteca conoció, en su mente piensa: para qué atormentarme, si no existe el perdón.

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