Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

jueves, 24 de junio de 2010

La idealización de la amada en tres “Nocturnos” de José Asunción Silva

Jesús Hidalgo Campos

Nocturno. Pieza de música vocal o instrumental, de melodía dulce, propia para recordar los sentimientos apacibles de una noche tranquila. (DRAE)

El poeta bogotano José Asunción Silva (1865-1896) agrupó tres poemas en El libro de versos bajo el título de “Nocturnos”. En el primero, “A veces cuando en alta noche”, el poeta hace referencia a las noches en que la amada toca el piano, gracias a lo cual la mente del yo poético regresa a ocasos que ambos amantes observan desde la ventana de la estancia de un castillo. En el segundo poema, “Poeta, di paso”, nos hallamos ante tres noches distintas que el poeta recuerda desde diversas perspectivas. En la primera y segunda, el yo poético y la amada sostienen sendos encuentros amatorios a la luz de la luna en una “selva negra y mística” y en una “alcoba sombría”, mientras que en la tercera, la “noche trágica”, la amada yace muerta y el poeta observa su cuerpo sin vida. Incluso, se podría indicar una cuarta noche desde la cual el poeta recuerda las tres anteriores (1). En el último poema, solitario en una noche, el yo poético rememora a su amada caminando sobre “arenas tristes” a la luz de la luna hasta llegar a la alcoba donde se encuentran ambos, pero al tener el encuentro amoroso ya el frío de la amada anuncia “el frío del sepulcro… el frío de la muerte… el frío de la nada”. Como vemos, las tres composiciones reflejan dos tiempos, un tiempo desde el cual el yo poético escribe o recuerda un tiempo pasado, una noche con la amada.
Según Germán Arciniegas, de los poemas se desprenden algunos rasgos biográficos del propio Silva. Así, este crítico ha señalado que en su juventud “Se reunían -¿dónde, cómo, cuándo?– Silva, Sanín, Arias Argáez… y eran coloquios como fuera de lugar. O en la sala, con el piano al fondo y la música de los Nocturnos en el atril”. De acuerdo con Arciniegas, Silva era aficionado a los “Nocturnos” de Chopin, por lo que debe entenderse que a ellos hace alusión en estos poemas. Asimismo, señala que
hay un camino que a mi juicio ayuda a comprender la elaboración del ‘Nocturno’… el poeta se detiene ante la noche de plenilunio en esta Bogotá situada entre los montes vírgenes que le forman un espaldar de ramas y musgo, y la sabana, horizonte de sauces, robles, eucaliptus y lagunas donde la luna esparce su luz blanca. Nadie que conozca esta geografía poética deja de encontrarla en los versos en que se entrelazan las sombras de la muerte y el recuerdo.

Pero, sobre todo, Arciniegas ha querido ver en esta imagen femenina idealizada una alusión a Elvira, hermana de José Asunción, como cuando propone que “Como fondo de su estancia [la de Silva] en París, sería la Elvira que se aleja en el ‘Nocturno’ y que está detrás de la pantalla musical”. No estoy muy seguro de que de alguno de los tres poemas que conforman la sección “Nocturnos” emane alguna referencia a Elvira (a menos que sea ella la que toca el piano en “A veces cuando en alta noche”). Sí me parece, más bien, que esta presencia responde a la idealización femenina como tópico literario.
Ya Gustavo Mejía ha destacado que encasillar a “Una noche” como poema elegíaco “habría de desembocar en una desafortunada lectura que establecía vínculos inmediatos entre la biografía del poeta y la obra literaria, derivando hacia la confusión de los sentimientos expresados en el poema con las relaciones entre el propio Silva y su hermana Elvira”. De lo que sí hay seguridad es que en el primer poema se retoma la imagen de la mariposa (“Sobre las teclas vuela tu mano blanca, / Como una mariposa sobre una lila” vv. 2-3), que tan simbólica será en De sobremesa, la célebre novela de José AsunciónSilva. Así, se narra la mañana siguiente a la escena ritual nocturna en la que Helena arroja a Fernández un ramo de rosas pálidas desde su balcón:
Cuando desperté esta mañana, después de un dormir enfermizo, conseguido con dos gramos de cloral y lleno de las imágenes del día, de los ojos azules, de la faz pálida, de la cabellera castaña, del incesante revoloteo de una mariposilla blanca sobre tres hojas verdes y del ramo de rosas, el sol rayaba de oro las persianas de mis balcones.

Si tenemos en cuenta que la Helena de De sobremesa es una invención literaria con rasgos similares a la mujer débil de las representaciones de la escuela prerrafaelita de Dante Gabriel Rossetti y su Cofradía, representaciones de las que tanto gustaba Silva (hecho que se refuerza con la semejanza que establece José Fernández entre Helena y una virgen de Fra Angélico), que aparezca una mariposa en el poema podría brindar una pista de lectura hacia la opinión de que nos encontramos frente a una idealización y no frente a una persona real y concreta.
Otro argumento a favor de la idea de que la mujer amada representada en los tres “Nocturnos” es una invención ficcional y no una persona de carne y hueso lo ofrece Gabriel García Márquez cuando señala que los contemporáneos de José Asunción Silva
Nunca entendieron que no se le conociera novia a un hombre famoso por sus memorables poemas de amor. No entendieron que hubiera rechazado a una de las solteras más codiciadas de la ciudad, hija y sobrina de presidentes, y que acompañara a sus amigos de bohemia a lugares prohibidos sin arriesgar la virginidad. Entonces lo llamaron –¡cómo no!– El casto José.

Si a José Asunción no se le conoció mujer y, además, rechazó a la hija de altos funcionarios colombianos, parecería obvio que su representación de la mujer esté más emparentada con la literaria (y la pictórica) que con la autobiográfica. Finalmente, como ya ha señalado Eduardo Camacho, la filiación entre Silva y Edgar Allan Poe es notoria, en vista de que en su poema “The Raven” “Poe afirma que el asunto más poético del mundo es la muerte de una bella mujer… ¿No es éste el asunto de los mejores poemas de Silva?”. En efecto, el recuerdo de una bella mujer que el yo poético amó en un tiempo pasado es el tema de los tres “Nocturnos”, por lo cual, como se ha explicado anteriormente, respondería a un tópico literario: la idealización de la amada muerta.
En conclusión, este tópico brinda cohesión y sentido de conjunto a los tres poemas que el poeta colombiano José Asunción Silva agrupó bajo el rótulo de “Nocturnos” en El libro de versos. Con ello, se puede dejar de lado interpretaciones que relacionan los poemas con la biografía del autor pero que, definitivamente, simplifican el trabajo artístico del casto José.


Notas:
(1) Esto se remarca con mayor claridad en la versión original del poema, “Ronda”, la cual concluye con el siguiente par de hexasílabos: “Poeta, a las sombras / Temblando me vuelvo” (vv. 34-5).

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