Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

jueves, 24 de junio de 2010

Las voces encadenadas por lo oscuro. Bruno Nassi Perich. La voz de las horas oscuras. Arkabas: Lima, 2010

Jesús Salazar

“Se llevaron al hijo de importante Gerente en Lima”, “Querían al tío, pero dijeron mejor llevarse al chibolo”, “Lima los repudia: liberen a Raúl”. Titulares de diarios. Yo los imagino al leer La voz de las horas oscuras, pensando en el secuestro de Raúl, en la historia de la primera novela publicada por Bruno Nassi Perich y ambientada, precisamente, a inicios y mediados de los años 2000, en que convergen dos circunstancias particulares: la ola escandalosa de secuestros al paso y la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Eran años de titulares y en los que los escolares colgábamos cintas de colores expresando solidaridad y rechazo en nuestros variados uniformes. Y años de testimonios, precisamente, de voces que fueron silenciadas o que no tuvieron vehículos de expresión y que ahora se manifestaban con toda su crudeza ante nosotros. Los personajes de esta novela orbitan frente a estas problemáticas y se acercan tangencialmente a ellas, encarnando las consecuencias del desarrollo de las mismas en la sociedad.
Debo admitir, para proseguir, que cometí una imprecisión. Hablé de una historia en esta novela que podría decirse consiste en el secuestro de un adolescente, Raúl, camino a la escuela y de la terrible experiencia de su plagio y la desesperación de la familia –que presenta una fisura en este contexto- y amigos por la integridad del muchacho. Pero realmente, se trata de una capa, de una superficie frente a una preocupación narrativa que se extiende a la vida de casi todos los personajes, sobre todo de los delincuentes. Es decir, la novela se esfuerza por representar la totalidad, de ir más allá de un simple hecho narrativo y buscar lo que lo rodea, incluso indirectamente; es decir, supone un ejercicio en pos de la novela total. No se contenta con un hecho y extenderlo, sino que se centra, empleando las voces de los mismos personajes, en las vidas de estos. Las toma, las fragmenta y las disemina por todo el universo ficcional, ofreciendo recursos que nos obligan a los lectores a participar activamente para encadenar los eventos e identificar quién está hablando. Esta novela, de este modo apuesta por una narrativa que juega con los tiempos, con el “flashback” o analepsis, con concatenaciones que evidencian un trabajo técnico elaborado para representar la realidad de modo más palpable. Sus recursos son tres principalmente: el testimonio; el diálogo directo, sin mediaciones y la incrustación directa de algunos eventos que se recogen en diálogos o en la casa de Raúl, en las negociaciones de su libertad.
Es el encierro o la soledad, lo que permite a los personajes de esta historia ahondar en lo que fueron. Así tenemos el testimonio de uno de los hampones, alias “Becerro”, de quien nos enteramos de su cruda niñez y su condición aciaga de testigo del desarrollo de Sendero Luminoso en el campo y en las barriadas de Lima. No es un delincuente muy convencido de lo que hace y explora, sin saberlo las causas en su familia agresiva y en el terrorismo que vivió en carne propia. Otro testimonio, uno medular, pues cumple la función de unificar los testimonios, de vincularlos con el hecho en sí, es el via crucis de Julia, su vida. Ella es un personaje que en concreto es “la voz de las horas oscuras”, pues habla con Raúl, quien esta vendado y secuestrado, lo cuida, lo hace sentir aliviado, como una madre. Julia es una mujer sin mucha instrucción e ingenua, pero de un corazón noble. Es pusilánime, pero se da cuenta de cómo la instrumentalizan y desprecian; por ello toma la decisión firme de no permitir más abusos impunemente. Y hay más testimonios, el del hampón que dirige la banda secuestradora “Cholo”. Por su parte, los diálogos se conectan con los testimonios. Ello porque, en la lógica de representación de la totalidad. Otra vertiente que expresa la vida de los personajes es la muestra de la acción directamente, ante los ojos del lector. Y hasta algunos eventos, por sí solos, en los que el narrador es más participativo, pero no hegemónico. Factor que acrecienta la presencia de lo directo.
Ante este panorama, la novela propone la necesidad, luego de la crudeza, de preguntarnos qué somos y qué fuimos, como si detrás de esas preguntas estuviese la posibilidad de acariciar una solución. La novela no plantea ninguna en particular, pero sí la mirada firme, pero decidida en el no saber por dónde empezar a preguntarse por la nueva vida a pesar de sus fracturas. El secuestro en ese sentido puede considerarse una metáfora también de esos años de crudeza, de oscuridad iniciados en 1980 y de sus nuevas posibilidades basadas en la escucha.
Y hay más metáforas, más elementos que construyen esa oscuridad narrativamente. Esta es una novela que abunda en detalles sensoriales de “oscuridad” si la extendemos un poco y la entendemos como carencia de percepción sensorial. El famoso “algodón con alcohol” que es el límite de la conciencia y que se le da a las madres en la historia, el tacto indeciso de Raúl al no poder ver en el baño de su encierro, su reticencia a comer, el no decir de la hermana al descubrir una lamentable verdad que tiene una causa más profunda que no puede advertir, son algunos factores que contribuyen a construir la oscuridad en que estos personajes tienen que percibir sus desgracias personales. Esto nos hace pensar, curiosamente al final, en que el título de la novela tiene pues, otra dimensión, más englobante y metafórica, que no se preocupa por apuntalar un hecho, sino un sumun polifónico, de acción directa y todos son voces en horas oscuras, en el pasado, en el presente, en el terror, en el secuestro, en las decepciones. Quizá, por ello, se pueda decir, funcionalmente, que el secuestro de Raúl es necesario. Raúl está para escuchar y para contar de su mundo. Todos hablan, por el secuestro hablan y al final casi podemos olvidarnos del secuestro y como Raúl, sentarnos a escuchar y preguntarnos. Raúl es un protagonista que escucha.
La voz de las horas oscuras es una novela nueva, cargada en parte de la naturaleza adolescente del autor al momento de la concepción de su novela y que desenmascara la aparente quietud de la década que se fue y que muestra, metafóricamente, su papel transitorio en el devenir de la historia peruana.

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