Presentación

La revista literaria "Boliche" fue creada por tres estudiantes de Literatura de la PUCP. Sus nombres son Bruno Nassi Peric', Jesús Salazar Paiva y Rashell Díaz Castillo, quienes ahora le dan la bienvenida a equipo a Natalia Ríos Subiria, también estudiante de Literatura en la misma casa de estudios.
Este proyecto tiene como fin el difundir la literatura tanto de forma crítica, como en manera creativa. Por lo que se espera combinar trabajos de personas especializadas en la materia, como personas que aún se están abriendo paso, ya sean estudiantes de la especialidad o no.
Es así que los invitamos a participar en nuestros siguientes números enviándonos sus trabajos a :
gdil.boliche@gmail.com

jueves, 24 de junio de 2010

TEXTO

Desde su etimología, Texto es tejido, es la conexión de elementos que comparten un entramado una construcción. Y en ese sentido, los seres humanos vivimos en una artificiosidad compuesta por la interacción de los miembros de algo. Todo. Por ejemplo la forma del parque que está cerca de la casa, un restaurante, la Divina Comedia, una audiencia judicial o una película de Chaplin. Eso también ya comienza a difundirse y es positivo, considero para acercarse a la literatura sin prejuicios. Y acercarse a todo.
Con esto se ve que una cosa es un término en el habla común, de todos los días y otras las significaciones de un término en un plano más especializado. Los que estudiamos literatura, aún en los primeros momentos, concebimos un texto como un elemento escrito, materializado en un elemento como un libro por ejemplo. Esto es harto conocido, es digamos, asociable, desde siempre, pero en adelante se debe referir a todo texto, los que suponen la interacción verbal, casi en su totalidad, como una novela o como su simple diálogo, es un texto de tipo lingüística, en tanto es un proceso amplio de lenguaje. Los textos en sí, tienen en común su funcionalidad, no es determinante, porque influye el sentido otorgado, pero sí cambia la concepción y el ambiente que lo enmarca. Múltiples, inmersos en la totalidad.

Sobre Julio Cortázar

Rashell Díaz Castillo

Hacía días que tenía pensado escribir, ahora, sentada en el mueble naranja de la sala, movía los dedos pensando en cuál sería la mejor frase de inicio. Aborrecía los clásicos inicios de artículos bibliográficos.
“Julio Florencio Cortázar nacido en agosto de 1914 en Bruselas o en un hospital cualquiera. Escritor reconocido mundialmente por obras como Casa tomada, La vuelta al día en ochenta mundos, Un tal Lucas, Divertimento, Los reyes, entre otros. Su obra más reconocida es Rayuela, publicada en 1963”
No, no le gustaba nada, era demasiado esquemático, demasiado limitante. ¿Cómo simplificar la vida de un hombre solo en sus logros? ¿Es que un hombre solo tiene eso? Observa las marcas en sus brazos: líneas continuas (del mueble). De pronto, ideas cortas vienen a su mente: Julio. Argentina. Francés. 24 de julio de 1984. Presencia. Olvidado. Opio y Jean Cocteau. Política. Los premios. Primera traducción.
Muy desordenado, muy cortazariano. La razón y la soledad. El amor y la soledad. La libertad y la soledad. Se ha dado cuenta de algo, está en busca de otro Julio; no el de los libros sino uno de verdad. No Julio el escritor, ni el hombre, esposo o político. Simplemente él.
El desorden llena la sala, los libros se ven esparcidos y la oscuridad se acerca. Nada está hecho. Tanto esfuerzo y nada está hecho. Solo un artículo cualquiera con frases comunes que no llegan a explicar su vida. “Un maestro”, podría decir, “un innovador” tal vez. Un hombre que se dedicó a desenterrar la naturaleza humana por medio de sus libros y que no buscaba encontrar la compilación de sus obras en una página de internet. Alguien que buscó la identidad (o una de ellas) del ser humano y que pudo haber encontrado algo. Julio Cortázar, innumerables libros, infinitas almas tocadas con su obra, incluyendo la de ella.
Pobre niña, es momento. Momento de tocar la puerta y decirle que es mejor que se rinda. Nadie puede describirlo, ni siquiera él mismo.
De pronto, voltea la mirada, se asoma por la ventana y ve una sombra alejarse por la calle; le parece que es Julio, o se ha confundido y es el pequeño Rocamadour en busca de su madre para jugar rayuela en el psiquiátrico o simplemente de visita de nuevo. No, es uno de los tantos antihéroes que caminan por la calle, deambulando y divagando acerca de su valor en esta vida. Pero también, puede que sea su reflejo alejándose y dando una señal para desistir y salir a jugar en el parque.
Es mejor, Cortázar, es mejor, que espere hasta que sea mañana y todo saldrá bien. Ahora, ponte la chalina, que la neblina está espesa y no tengo bengalas para guiarte.

La magia de Miró

Joan Miró ha sido conocido como un claro representante del surrealismo. Muchos lo han descrito como enigmático, trazador audaz, pintor, escultor y conmovedor. En la exposición ofrecida en el Centro Cultural de la Universidad Católica (CCPUCP), que abarca entre los años 1962 y 1983 y en la que se puede observar gran parte de sus obras como pintor y la continuidad y aplomo de cada una de ellas, se trata de abarcar su lenguaje personal y la relación que tenía con el mundo que le rodeaba.
Probablemente, ante una mirada inexperta y rápida sus obras puedan decir que hay una falta de sentido, mas no es una sola obra, sino un conjunto de ellas que demuestra su dualidad y carácter de mimetización y transformación del ser humano.
En conclusión, Joan Miró muestra en cada sala de esta exhibición su pureza ante la noción de arte, su convicción hacia la naturaleza humana y la pasión que sentía por la vida y sus múltiples expresiones

La vigencia del Inca: a cuatroscientos años de los Comentarios Reales

José Miguel Vidal

El año que pasó se cumplió el cuatricentenario de los Comentarios reales del Inca Garcilaso y el Departamento Académico de Humanidades de la PUCP no podía pasar por alto una fecha tan significativa para el estudio de la lingüística, la literatura e historia coloniales. Motivo por el que se organizó el Coloquio Internacional “Discurso e historia en los Comentarios reales del Inca Garcilaso” celebrado el pasado mes de noviembre. Un evento que contó con la presencia de destacados colonialistas de universidades extranjeras de la talla de Mabel Moraña, Paul Firbas, José A. Mazzotti y Rolena Adorno, quienes, junto a estudiosos de la cultura colonial americana de nuestra Facultad de Letras y Ciencia Humanas, supieron otorgarle al Coloquio la calidad académica que merecía tan notable encuentro.

El Coloquio abordó los estudios sobre la obra cumbre del cronista desde las diversas ramas de las humanidades; diálogo interdisciplinario que, unas veces, contribuyó a matizar algunas convenciones y, otras, inclusive a revelar ciertas relaciones intertextuales no del todo estudiadas, pero que siempre puso de relieve no solo la complejidad filológica del estudio de los Comentarios, sino sobre todo la vigencia cultural de la obra del Inca. Así, donde podía existir cierta escasez de fuentes históricas, aparecían las relaciones entre textos, y donde surgían también limitaciones textuales acudía la aclaración terminológica y el conocimiento de la lengua quechua.

El Coloquio se llevó a cabo entre el 18 y 20 de noviembre. Durantes aquellos tres días, la calidad de las ponencias promovió el mutuo aprendizaje y suscitó muy interesantes participaciones de los concurrentes. En algún momento surgió una inquietud absolutamente válida: ¿cuál es la relevancia de un texto como los Comentarios Reales a cuatroscientos años de su publicación, más aún luego de mucho años en que se le ha achacado a la crónica y a su autor inexactitud en sus referencias topográficas, dudoso valor histórico, contradicciones textuales e incluso desconocimiento del quechua? Si podemos extraer del Coloquio respuestas a esta respecto es posible afirmar que, más allá de las críticas justas e injustas, los Comentarios constituyen un invaluable testimonio de la historia prehispánica y de los años que siguieron al período de Conquista, así como un producto cultural sumamente valioso para entender el embrión fundamental de la formación de la mentalidad criolla en el Perú y en toda América Latina.

Película “El sueño de Cassandra” de Woody Allen

Solemos creer que nuestra moral es incorruptible e incólume; pensamos que nada en el mundo nos hará traicionar nuestros valores. Sin embargo, en la vida hay situaciones extremas que nos hacen titubear, que nos ponen al límite. Esta es la temática de la película del año 2007 El sueño de Cassandra (Cassandra’s dream), dirigida por Woody Allen y protagonizada por Ewan McGregor y Collin Farrell.
En este film, dos hermanos –Ian (McGregor) y Terry (Farrell)– se encuentran en una situación económica crítica y necesitan conseguir efectivo de inmediato. Un tío suyo, un adinerado médico, está dispuesto a darles el dinero, pero necesita que ellos le realicen un trabajo especial. Es aquí donde los hermanos se ven interpelados y deberán tomar una decisión que les cambiará la vida.
El principal mérito de esta película es su capacidad de atrapar al público. La tensión, que va in crescendo, hace que quien ve el film sienta cierta ansiedad por ver lo que sigue, por develar cuál será la decisión de los hermanos y luego por ver qué consecuencias tendrá. Al mismo tiempo, el espectador se pregunta a sí mismo qué haría él de estar en la situación de los hermanos. Y las actuaciones, por su parte, contribuyen enormemente a que la trama sea verosímil.
En síntesis, El sueño de Cassandra es una película que invita a la reflexión y que hace que quien la vea cuestione su propio esquema moral. Es por ello, que este film es una muy buena realización que vale la pena ver. Una vez más, Woody Allen nos demuestra su genialidad como guionista y director.

Juan, digámosle así

Jesús Salazar

El cadáver fue descubierto, hace tres días en la mañana, como a las 7, por Jennifer que llegaba con ideas ingeniosas para el momento de “amarse como desaforados”, como solía decir su amante muerto. Pegó el grito más espantoso del mundo. Despertó asustado al portero y la criada exaltada a medio despertarse. Vinieron a toda prisa, para hallarla vomitando en el baño. El portero quedó tieso y la criada gritó y gritó hasta hacer despertar a su compañero. “¡El senador! ¡El senador! ¡Dios mío!”. Jennifer tropezándose a cada y con una sensación a perforación en el espinazo, se dirigió a la sala y llamó a la policía. En sólo dos minutos, la noticia estalló en todos los medios: “Augusto Hernández Saldarriaga, senador de la República había sido estrangulado. Sin embargo, su muerte no sería un hecho aislado, sino que implicaría una terrible amenaza para nuestra nación”.
“Juan”-digámosle así para proteger su identidad de fugitivo-un traumatólogo recién graduado quien no pensara en ningún crimen, hasta la tarde de hace cuatro días, en que no pudo soportar el que el senador, de unos cincuenta y ocho años, fuera el amante de Jennifer, su esposa hace tan sólo tres semanas. Su enojo creciente no fue un estallido brutal de toda su furia contenida, por el contrario, fue decidido a matarlo como si su indignación fuera colectiva e hiciera un mandato. Lo sabía: eran 4 años los de la aventura de su mujer, igual que 4 eran los de su noviazgo. Sus cavilaciones fueron intempestivas y concretas, pero no muy apasionadas: se sentía más verdugo que vengador. Sus armas fueron sólo un tronco grueso y áspero que amenaza la entrada de su edificio al pender entre las ramas de un limonero y sus manos. Ahora estaba alojado en un pequeño cuarto de hotel, en Trujillo, con sólo quince soles, el residuo económico de su fuga. ¡Vaya patrimonio de fugitivo! ¡Quince soles! ¿Qué puede hacer con eso a estas alturas? En su casa, había dejado hacía tres días sus tarjetas, la otra parte de sus ahorros, la que olvidó al partir, toda su ropa, toda su vida. Afuera, en el mundo, sonaba mucho la noticia de un golpe de estado en otro país hispano. Afuera, en medio de una fiesta cercana, una salsa de Héctor Lavoe, que ahora asocia a la muerte, que lo deja medio suspendido y agotado. Era la misma que la del taxi de regreso a casa, luego del crimen.
Juan odiaba el escándalo, pero las circunstancias lo obligaron a imprimir un toque grandilocuente al asunto. No quiso verlo sangrar ni sufrir y lo consiguió: la escena no era macabra, como la del anciano muerto con la masa encefálica zafada, hace dos días, pero para escándalo había mucho, empezando por la víctima misma. Ahorremos detalles. Logró entrar. Lo halló en su despacho. Entró, aprovechando la puerta abierta. El viejo casanova se puso de pie sin poder creer lo que veía: un tipo flacucho con un pasamontañas y un madero cilíndrico. Corrió hacia él, intentanto gritar, pero éste lo golpeó en el abdomen. Le pateó el rostro. Ya en el suelo, lo estranguló. Sin insultarlo, ni decirle quién era, ni una palabra, sólo lo estrangulaba, dejando a sus dedos la misión de aclararle la razón de su ajusticiamiento, sin guantes, dejando sus huellas y manchándose con una creciente hemorragia nasal. Listo, el viejo estaba ajusticiado: la lengua afuera y los ojos desorbitados del senador eran como una siniestra pintura del siglo XVI, o eso pasó por la mente de Juan. Él incrédulo, mirando su obra, se silenció sujetándose el cuello, a la altura de la garganta. Comenzaba a rayar el día. Pensó por un minuto, con la luz del sol, que hubiera sido mejor que Hernández lo matara: así sería más abyecto… sudoso y aún jadeante, resbaló. Vio, desde el suelo, que la laptop del senador estaba prendida. Se le ocurrió algo, ingenioso, súbitamente. Justo estaba abierto un archivo en el que el senador estaba informando a unos tipos que lo habían sobornado: “estoy entusiasta, porque aprobarán la ley, es fijo, ya nos iremos de putas ja ja”. Juan se indignó más y en medio de su indignación encontró otra dimensión a su crimen. Abrió una hoja de Word: “Distinguido Senador, mi mano sólo ha hecho justicia al pueblo, harto de su doble moral y de sus trabajos sucios. Yo, a nombre de la nación, doy inicio a la justicia del pueblo. Su muerte, bien merecida, no me arrepiento, será sólo el inicio de más asfixiados”. No sabía de dónde sacó tanta crudeza, pero fue un deleite personal el desprenderse del lado más pedestre de su delito. Ya había matado a un hombre, no iba a retroceder en lo que en ese instante a cualquiera le hubiera parecido detalles mínimos y es que pensaba que era una nota mal planteada. Escapó, respirando fríamente, sin que nadie lo viera, en silencio. La empleada de la casa dormía y el portero también. Eran las 5 y 30 de la mañana. Se fue a la avenida Pezet y cerca de la embajada de Cuba y abordó un taxi en el que sonaba la canción de Lavoe. Miraba El Golf como si fuera un agujero negro. Cerró los ojos: estaba exhausto como si hubiera levantado una pirámide para enterrar a su faraónico difunto. También se le vino eso a la mente e imagino levantarla ahí, en El Golf. Quedó profundamente dormido. ¡Qué iba a tener la peregrina idea de que Renato, su fiel amigo desde la adolescencia, sabía de esos movimientos turbios y era informante de unos inescrupulosos que querían ganarle la partida al senador! Y que ocho horas y cinco minutos después Renato ya estaría listo para el matadero.
Así, al despertar fue que comenzó realmente la pesadilla. Su mujer no estaba. Llamó ella para decirle que estaba en la comisaría, que fuera a verla porque Augusto –“¿Augusto? ¿Qué, ya no es el Senador Hernández para ti?”- había sido asesinado brutalmente y que estaba asustada, que aún no lo creía. Sin pensar, ni decir nada, se puso un saco y salió para allá. Ella colgó, sorprendida de no ser interrogada. Sin embargo, ni su mujer, ni nadie sospechó de él, ni se atrevieron a insinuar alguna relación. Total a ella no le preguntaron por qué a las 6:30 de la mañana no estaba en la casa. Él, en general, no quiso pensar, ni quiso saber nada, sólo sabía que se divorciaría pronto. Salió, aunque dijo que sólo por un momento. Regresó a casa y abrió su cajita de dinero, la que le ocultaba a su mujer, y sacó quinientos ochenta soles. Tomó un taxi y se fue a una agencia de buses. En un bus cama, se dirigió a Trujillo, sin ninguna razón en especial, quizá porque tuvo una novia guapa y rica de allá hace varios años. En el camino, la recordó; sí quizás haya influido ese recuerdo. Al llegar a Trujillo, fue que se enteró de que Renato había sido interceptado, cuando se disponía a entrar a un restaurante en Miraflores, por tres patrullas policiales y se había resistido al arresto, resultando herido de un impacto de bala, en el hombro. Las investigaciones lo hallaban culpable del homicidio. “Tenía motivos para matarlo” afirmó el fiscal ante cámaras. El Presidente, en persona, salió en tres programas a felicitar la rapidez con que se resolvió semejante crimen que “al margen de las discrepancias políticas, es objeto de repudio para toda la nación, pues cegó la vida de un hombre altruista y preocupado por las necesidades de los más olvidados, además de querer imponernos el terror con su muerte que es la de un mártir. No, compatriotas, esto no quedará impune, todo el peso de la ley caerá sobre este criminal”.
¡Qué cosa era eso! ¿Qué diablos pasó por la mente de los de criminalística para creer que Renato era el homicida? ¿Cómo en cuestión de horas ya se preparaba la horca a quien hasta hace poco iba a hablar de detalles para su boda con su novia francesa, que lo esperaba en ese restaurante miraflorino? Acusan además a Renato de querer conspirar contra el Estado y le abrirían otro proceso para investigar sus vínculos con terroristas. Ayer, un abogado respetable; hoy, un mafioso y un terrorista. Lo peor es que todo apuntó a Renato. Un detective incluso declaró que había confesado camino a la comisaría “dijo que usó un fierro”. “¡Cómo va a confesar!”
Él se acuerda de lo que hizo, ir de madrugada a asesinarlo, ayudado de un tronco. Le hubiera gustado creer que fue Renato, pero recuerda el golpe que le atestó... sus ojos salidos. Obviamente, no quería que su amigo purgase una pena que no merecía, aunque se descubrió que andaba en negocios turbios, pero eran cosas distintas. Tampoco quería ir a la cárcel, porque sabía que sería una lenta y humillante muerte en algún rincón putrefacto. Que prefería estar muerto, resolvió, entre interrogantes que se pueden resumir en“¿Qué pasa, quién o qué me protege y por qué?”. En estos tres días, nadie lo recordó, ni lo buscó: era como si el mundo deliberadamente hubiera querido olvidarlo. ¿Podía volver a casa o debía largarse para siempre a despertar del sueño en otra ciudad grande y bulliciosa? Pensó francamente en un suicidio. Hasta hizo un dibujo de la escena. Así, se dio cuenta que nadie lo buscaba y que quizá lo más represivo en la justicia del mundo era que le adjudicaban la terrible responsabilidad de ser quien aplique la justicia sobre sí. Pensó en ir a Chiclayo, a ver que pasaba lejos de esta ciudad, qué le decían otros campos. Pero guardó primero su dibujo del suicidio. Se para ahora y se mira al espejo. Acaba de recordar que sólo tiene quince soles.
Es claro que no volverá a su casa. Se agarra la cabeza y se la rasca con desesperación, dejándose caer en la cama. El frío de la noche, que desde hace tres días ha estado muy raro, parece de fuego, aprieta la piel, hace bulla de remolino, de trampa del desierto, como cuando una ciudad será arrasada por la culpa de un pecador. ¡Esto no es broma, empieza a destruirse la ciudad! ¡Ahora mismo se oyen caer piedras de los cerros!... ¡Y eran ruidos lejanos! Estallan tiendas, hay incendios en la ciudad, ¡las pistas colapsan y se abren profundos forados, llueve a cántaros, se ocultan las estrellas!…el ganado de los campos se dispersa y llega al centro de la ciudad. La gente grita espantada, en las calles: una familia se abraza y se oculta debajo de su mesa, mientras estalla una refrigeradora. Juan sale al balcón de su habitación y mira un derrumbe tras otro: fuego y lluvia en aumento. Se evidencia su miedo en el rostro, suelta algunas lágrimas, se arroja al suelo. Se levanta parcialmente a ver. "¡Quédese en su habitación, así estará a salvo!", le gritan unos bomberos, desde la otra vereda.

Una última velada y un perdón

Alejandro Prieto

Una cuantas hojas de eucalipto en un recipiente con agua a gran temperatura; una mejor amiga que se ríe al verlo masticar chicle y las palabras de su falsa musa que flotan en su mente cabizbaja por un día perdido. No sabe qué hacer, la monotonía de su vida va acabando con las ganas de salir a la calle y pasear por entre los parques que rodean su casa, aunque para él sea un sinsentido las calles.
Su tez es trigueña, algo suave para ser piel de hombre, y carga con dos ojos de un marrón oscuro; sin embargo, muestran cierta debilidad que a la vez juega con su soledad; su estatura no es mucha, al menos puede pasar el promedio de su país, nariz algo normal, sin desperfectos ni aguileña, viste siempre de gala, pues dice esperar la muerte. Hoy sabe que su vida llegó a su final, que mañana para qué despertar, si vivirá esclavo y preso, producto de una mudanza conyugal. A él nunca le gustó la convivencia. El humo del eucalipto sube entre sus orificios nasales y aromatiza su sala, Vanessa, la mejor amiga, trajo una baraja de cartas y un par de tragos.
Los vasos y los juegos vienen y van; Blackjack, tal vez póker o incluso un juego de cartas casero, esos los que todos conocen y varían sus reglas, son testigos de confesiones por parte de los dos, uno dice que se arrepiente a vísperas de su mudanza, mientras que el otro sólo confiesa lo mismo de siempre. Los dos saben para qué están reunidos, las intenciones o el sin querer quedaron atrás hace más ya de dos años, cada uno se conoce hasta al más ínfimo detalle y saben que desde mañana todo paulatinamente tendrá que terminar. Qué inoportuna despedida aquella que sabes que llegará e incluso el día que viene quisieses regresar. Las mismas palabras de todas las noches flotan sobre la mesa: qué será de mí ahora que no podrás verme, no te preocupes, que aunque ya esté casado igual nos veremos, a escondidas pero no importa; no podré verte con ella en un mismo sitio, no lo aguantaría; sabes que solo me importas tú y no ella, pero también sabes que tengo un compromiso y aunque no quiera igual tengo que enfrentar los errores de una noche repentina. Los dos se desesperan y toman cada uno un shot de tequila, fuerte e irritante para la ocasión, dentro de cada cuerpo ese fugaz trago ha prendido una llama que seguro, como en otras ocasiones, terminará siendo una noche en vela.
Ahora juegan más cerca, sus respectivos dedos índices se pierden entre sus cabellos aromatizados por cigarros, alcohol y eucalipto; que eres mi vida y no te perderé, tú bien sabes que regresarás, siempre lo has hecho y estoy segura que está no será la excepción, desde que te conozco siempre me buscaste, yo nunca te llamé, me necesitas. Desde la mesa, gracias a un control remoto, esos de los que ya ni entiendo, se prende un minicomponente, a lo lejos suena un bolero; ¿Bailas?
Dos cuerpos unidos por notas que se perderán entre el tiempo y el espacio, somos pocos los que logramos captar una nota por más de un día, se quedan siempre en el mismo lugar; suenan, suenan y suenan, y bailan alegremente con una sonrisa que delata quédate. Giran sobre un mismo eje, qué mal que bailan. Saben que es hora de acercarse un poco más, ya solo los distancia el hablar y las ganas que cada uno tenga de besar al otro. Dime que me quieres, que no te perderé. Te diré lo justo y necesario para que te quedes el tiempo que quieras, sabes que ahora no puedo decir aquello que me pides. Es injusta la vida con aquellos que entregan mucho y pierden todo, nunca des más de lo que esperas recibir. A Vanessa no le importa que no le correspondan, hoy día ella solo quiere pasar la última noche junto a él, quiere convencerlo de la manera más libidinosa que ella sola exista y nunca existirá otra más. Son casi las tres de la mañana, botella de tequila a medias, y muchas ganas de otro shot, se mandan al hilo cuatro, la cabeza de cada uno solo da vueltas sobre el mismo eje del que me quejaba cuando bailaron, ahora sí se besan, dejaron de cohibirse. Se acuestan sobre la mesa muy agitados ya, ahora suena música de los Beatles. Well shake it up baby now, le dice él a ella mientras se besan con furor, ello incrementa más las ganas de una noche sin freno. Entre risas y olor a trago caminan desde la sala hasta el cuarto, el cual está tan desordenado, que cualquiera que lo vea en ese estado se arrepentiría de lo que hace; sin embargo, ellos dos no, ellos se citaron, sabían el porqué. Un polo rosado por el suelo y cae otro, pero de color rojo, sobre una silla; ahora es el turno de los jeans, caen abrazados por las piernas en cualquier sitio; la ropa interior les sigue en el desfile, ellos caen más cálidos; por último cayó la decencia, pues él se arrepiente de lo que va a hacer y llora por dentro, aunque no quiera esa mudanza; aunque su vida se vuelva monótona, aunque la quiera poco, pero más a ella, sabe que lo que hace no tiene marcha atrás, que desde este punto clímax solo le queda disfrutar del tiempo de su unión, que pasará tal vez las mejores horas de su vida en esa cama, en la cual ya no dormirá nunca más; que como la historia que ellos dos cerraron con su casa tiene que ser igual. Ahora que la ve encima de su cuerpo y ve a aquella Vanessa que una noche, al dejarla en su casa después de una discoteca conoció, en su mente piensa: para qué atormentarme, si no existe el perdón.

Las palabras significan algo

Javier Briceño

las palabras desencadenan ideas
como las piedras de mar reprimen las olas que golpean la costa verde
las noticias del caldero pintan la credibilidad del cangrejo
las inacciones semánticas participan de coito múltiple
las palabras no se creen libres de significado
el significado sí se cree libre de palabras
la autopista azul demarcada está por cientos de océanos
el desconocimiento insípido del cangrejo hace que la pintura recicle los triángulos que han amoblado el mar
el significado esconde sus cartas al lenguaje
para hacerse el pendejo
arriba de los triángulos se esconde el amor amarillo de los monjes
a la derecha los
a la izquierda
las ideas significan algo

Vivir

Alejandro Prieto

Imagina mientras duermes
Que el mundo eres tú
Errabundo en una sabana roja
Con dientes azules por el reflejo del cielo

Crea lo imaginado
Y deambula por las calles
Indómito con un manto que te tape los ojos
Que sólo te guíe el recuerdo de esos sueños

Vive lo imaginado
Aunque sumiso y preso de tu mente
No es fácil nunca lo dije
Cada uno es preso de su imaginación

Asimetría emocional

Las ilusiones viajan en aviones de papel,
Las decepciones del corazón son combustible de la imaginación,
Las fabulaciones se condensan en el sueño.
Embriagado en nocturnas soledades
El bardo siempre derrotado canta su inútil balada.

Conducido por la sed de ideal partí
En busca de la muchacha en flor,
Arquetipos de infantiles fantasías en ella distinguí,
Voluptuosidad de formas ideales concretadas.
Emanando una fragancia ornamentada de cantos de aves,
Florece el capullo de la rosa encarnada, transfigurada,
Hadas animadas descienden de un plano celeste en fanfarria,
Melodía insistente que no consigo interpretar,
Y alcanzo a vislumbrar un futuro febril,
De almas fermentando ante la eternidad.
Subido en la montaña rusa de la esperanza
Experimento la agridulce agonía de las emociones.

Y llega la derrota que deja al ser al borde de la disolución.
La llave que no abre la habitación luminosa,
La aridez que impide florecer los campos de euforia,
Indiferentes barreras que al deseo se interponen,
Es la asimetría emocional,
Estocada al narcisismo, comunión de lo vano,
El sentimiento jamás expresado, hasta la saciedad mutilado.
Embriagado en nocturnas soledades
El bardo siempre derrotado canta su inútil balada.

Las voces encadenadas por lo oscuro. Bruno Nassi Perich. La voz de las horas oscuras. Arkabas: Lima, 2010

Jesús Salazar

“Se llevaron al hijo de importante Gerente en Lima”, “Querían al tío, pero dijeron mejor llevarse al chibolo”, “Lima los repudia: liberen a Raúl”. Titulares de diarios. Yo los imagino al leer La voz de las horas oscuras, pensando en el secuestro de Raúl, en la historia de la primera novela publicada por Bruno Nassi Perich y ambientada, precisamente, a inicios y mediados de los años 2000, en que convergen dos circunstancias particulares: la ola escandalosa de secuestros al paso y la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Eran años de titulares y en los que los escolares colgábamos cintas de colores expresando solidaridad y rechazo en nuestros variados uniformes. Y años de testimonios, precisamente, de voces que fueron silenciadas o que no tuvieron vehículos de expresión y que ahora se manifestaban con toda su crudeza ante nosotros. Los personajes de esta novela orbitan frente a estas problemáticas y se acercan tangencialmente a ellas, encarnando las consecuencias del desarrollo de las mismas en la sociedad.
Debo admitir, para proseguir, que cometí una imprecisión. Hablé de una historia en esta novela que podría decirse consiste en el secuestro de un adolescente, Raúl, camino a la escuela y de la terrible experiencia de su plagio y la desesperación de la familia –que presenta una fisura en este contexto- y amigos por la integridad del muchacho. Pero realmente, se trata de una capa, de una superficie frente a una preocupación narrativa que se extiende a la vida de casi todos los personajes, sobre todo de los delincuentes. Es decir, la novela se esfuerza por representar la totalidad, de ir más allá de un simple hecho narrativo y buscar lo que lo rodea, incluso indirectamente; es decir, supone un ejercicio en pos de la novela total. No se contenta con un hecho y extenderlo, sino que se centra, empleando las voces de los mismos personajes, en las vidas de estos. Las toma, las fragmenta y las disemina por todo el universo ficcional, ofreciendo recursos que nos obligan a los lectores a participar activamente para encadenar los eventos e identificar quién está hablando. Esta novela, de este modo apuesta por una narrativa que juega con los tiempos, con el “flashback” o analepsis, con concatenaciones que evidencian un trabajo técnico elaborado para representar la realidad de modo más palpable. Sus recursos son tres principalmente: el testimonio; el diálogo directo, sin mediaciones y la incrustación directa de algunos eventos que se recogen en diálogos o en la casa de Raúl, en las negociaciones de su libertad.
Es el encierro o la soledad, lo que permite a los personajes de esta historia ahondar en lo que fueron. Así tenemos el testimonio de uno de los hampones, alias “Becerro”, de quien nos enteramos de su cruda niñez y su condición aciaga de testigo del desarrollo de Sendero Luminoso en el campo y en las barriadas de Lima. No es un delincuente muy convencido de lo que hace y explora, sin saberlo las causas en su familia agresiva y en el terrorismo que vivió en carne propia. Otro testimonio, uno medular, pues cumple la función de unificar los testimonios, de vincularlos con el hecho en sí, es el via crucis de Julia, su vida. Ella es un personaje que en concreto es “la voz de las horas oscuras”, pues habla con Raúl, quien esta vendado y secuestrado, lo cuida, lo hace sentir aliviado, como una madre. Julia es una mujer sin mucha instrucción e ingenua, pero de un corazón noble. Es pusilánime, pero se da cuenta de cómo la instrumentalizan y desprecian; por ello toma la decisión firme de no permitir más abusos impunemente. Y hay más testimonios, el del hampón que dirige la banda secuestradora “Cholo”. Por su parte, los diálogos se conectan con los testimonios. Ello porque, en la lógica de representación de la totalidad. Otra vertiente que expresa la vida de los personajes es la muestra de la acción directamente, ante los ojos del lector. Y hasta algunos eventos, por sí solos, en los que el narrador es más participativo, pero no hegemónico. Factor que acrecienta la presencia de lo directo.
Ante este panorama, la novela propone la necesidad, luego de la crudeza, de preguntarnos qué somos y qué fuimos, como si detrás de esas preguntas estuviese la posibilidad de acariciar una solución. La novela no plantea ninguna en particular, pero sí la mirada firme, pero decidida en el no saber por dónde empezar a preguntarse por la nueva vida a pesar de sus fracturas. El secuestro en ese sentido puede considerarse una metáfora también de esos años de crudeza, de oscuridad iniciados en 1980 y de sus nuevas posibilidades basadas en la escucha.
Y hay más metáforas, más elementos que construyen esa oscuridad narrativamente. Esta es una novela que abunda en detalles sensoriales de “oscuridad” si la extendemos un poco y la entendemos como carencia de percepción sensorial. El famoso “algodón con alcohol” que es el límite de la conciencia y que se le da a las madres en la historia, el tacto indeciso de Raúl al no poder ver en el baño de su encierro, su reticencia a comer, el no decir de la hermana al descubrir una lamentable verdad que tiene una causa más profunda que no puede advertir, son algunos factores que contribuyen a construir la oscuridad en que estos personajes tienen que percibir sus desgracias personales. Esto nos hace pensar, curiosamente al final, en que el título de la novela tiene pues, otra dimensión, más englobante y metafórica, que no se preocupa por apuntalar un hecho, sino un sumun polifónico, de acción directa y todos son voces en horas oscuras, en el pasado, en el presente, en el terror, en el secuestro, en las decepciones. Quizá, por ello, se pueda decir, funcionalmente, que el secuestro de Raúl es necesario. Raúl está para escuchar y para contar de su mundo. Todos hablan, por el secuestro hablan y al final casi podemos olvidarnos del secuestro y como Raúl, sentarnos a escuchar y preguntarnos. Raúl es un protagonista que escucha.
La voz de las horas oscuras es una novela nueva, cargada en parte de la naturaleza adolescente del autor al momento de la concepción de su novela y que desenmascara la aparente quietud de la década que se fue y que muestra, metafóricamente, su papel transitorio en el devenir de la historia peruana.

RESEÑA “ESTE AMOR NO ES PARA COBARDES” DE MARTÍN ROLDÁN RUIZ. Editorial Norma. 2009

Ángelo Prado

Martín Roldán Ruiz entró en la escena literaria con la novela Generación Cochebomba (2007), publicada de manera independiente. A pesar de no tener la propaganda ni el interés mediático de otros autores primerizos, la novela se ha difundido de boca a boca y ha sido comentada en varios blogs.
Luego de dos años la editorial Norma ha tenido el acierto de publicar Este amor no es para cobardes, libro que reúne siete cuentos cuya temática son las barras bravas (todos los cuentos salvo uno, tiene como protagonistas a hinchas de Alianza Lima). Los cuentos nos ayudan a entender como el mundo de fútbol puede reproducir comportamientos, prejuicios y estereotipos de la sociedad peruana. De esta forma, tenemos, por ejemplo, el primer cuento titulado “Los Culpables” que refleja como el hinchaje por un equipo puede reforzarse a partir de la discriminación social (los chicos hinchas de la “U” son los discriminadores: “No tuve amigos allí, los pituquitos me largaban como a un extraño, saca la vuelta serrano apestoso, me decían […]. Cierta vez, después de un partido los vi tristes y me sentí bien. Pero la alegría aumentó, porque era Alianza quien había ganado a Universitario” (16).
El equipo de futbol se convierte en el refugio de los excluidos de la nación (fuera de la “comunidad imaginaria” utilizando un término de Benedict Anderson).
Siguiendo esa línea, la barra también reproduce comportamientos de la sociedad peruana, como puede verse en el cuento “Hemos nacido superiores”, donde se percibe la problemática de comprender y aceptar al “otro” (es bastante ilustrativo el epígrafe del mismo “No son ciudadanos de primera clase” de la boca de nuestro propio presidente) y “Batacazo” (término que alude a una especie de golpe de Estado al interior de la barra).
El libro, por otro lado nos hace entender como la violencia del fútbol es una continuidad de la violencia de los años ochenta. Así, podríamos decir que la violencia solo se ha transformado. El lector queda pensativo al saber que ambas se resumen en la opresión del poderoso sobre el débil.
Por otra parte, la técnica narrativa muestra un buen aprendizaje de las enseñanzas que dejó la generación del cincuenta, acaso la más importante generación de narradores del Perú.
Por último, solo queda mencionar los ribetes épicos de las acciones de los hinchas presentadas de manera más sustancial en el cuento que da título al libro, así como también el último del mismo “La camiseta ensangrentada”, donde el honor y la solidaridad son divisas máximas de la barra.

RESEÑA Los funerales de la Mamá Grande. Gabriel García Márquez

Daniel Romero

Los funerales de la Mamá Grande (1962) es un libro que consta de 8 relatos. El último de ellos es el que le da título a la obra. Referente claro del realismo mágico de García Márquez, Los funerales de la Mamá Grande continúa con la configuración de lo que sería Macondo en Cien años de soledad, convertido ya en un claro referente literario - geográfico, como el condado de Yoknapatawpha de Faulkner o la Comala de Rulfo. Las referencias a la familia Buendía y los restos de la compañía bananera muestran cierta continuidad –o paralelismo– con la obre cumbre del Nobel de Literatura de 1982.
La extensión de los relatos es relativamente corta. Sin embargo, algunos podrían formar parte de una misma estructura narrativa; es decir, ciertos relatos podrían tener continuaciones o constar de dos capítulos. De esta manera, La prodigiosa tarde de Baltazar y La viuda de Montiel comparten una clara continuidad, palpable en el crecimiento del hijo de los Montiel y su trabajo en Alemania, así como en la muerte de Chepe Montiel. Pero si tomamos en cuenta el hecho de que hayan sido publicados como relatos distintos, nos tenemos que abstener de afirmar, como al inicio del párrafo, que sean parte de una misma historia. Una interpretación alternativa es que, en vez de una misma estructura narrativa continua, sean solo los personajes los que son parte de diferentes relatos. Así, por ejemplo, la viuda Rebeca está presente en La siesta del Martes y Un día después del sábado. No obstante, en ambos no existen referencias hacia el otro relato, lo que podría considerarse, incluso, como una simple coincidencia de nombres. A pesar de una posible secuencia, en determinados relatos, como lo hemos mencionado, estos no están ordenados cronológicamente en la obra. Y, si bien existen indicios de un ordenamiento en el tiempo, a lo largo de los diferentes relatos, tanto en los títulos como en el desarrollo de los mismos, no son suficientes como para otorgar una secuencia fija a los cuentos, y responderían más a un línea de tiempo válida únicamente dentro de cada uno de los relatos, sin corresponder al conjunto de Los funerales de la Mamá Grande.
El estilo continúa con lo que será la obra de García Márquez en obras posteriores. Las ricas y detalladas descripciones del ambiente le da protagonismo al contexto en que se dan las acciones: "No había nadie en la estación. Del otro lado de la calle, en la acera sombreada por los almendros, sólo estaba abierto el salón de billar. El pueblo flotaba en calor. La mujer y la niña descendieron del tren, atravesaron la estación abandonada cuyas baldosas empezaban a cuartearse por la presión de la hierba, y cruzaron la calle hasta la acera de la sombra."
Un elemento que se repite a lo largo de los relatos es el calor sofocante que evita que los habitantes del pueblo puedan vivir tranquilos: "Eran casi las dos. A esa hora, agobiados por el sopor, el pueblo hacía la siesta. [...] Solo permanecían abiertos el hotel frente a la estación, su cantina y su salón de billar, y la oficina del telégrafo a un lado de la plaza".
A lo largo de los ocho relatos, se evidencia un estilo ordenado lo que ayuda a una lectura ágil. No hay monólogos o diálogos insertados en medio de las descripciones, ni cambios bruscos en el tiempo sin alguna referencia que lo indique. El narrador único es omnisciente y desarrolla sus relatos con un discurso directo.
Alejémonos de la forma y planteemos una hipótesis respecto al fondo. En los relatos, con mayor o menor magnitud, se observa una aparente lucha de clases. Existen personajes marginados (viudas, ladrones, un carpintero, un dentista sin título) y otros de clase privilegiada (alcalde, médico, Mamá Grande e incluso los sacerdotes). El posible trasfondo social estaría en que estos diferentes protagonistas están en conflicto. Una viuda lucha contra lo que quiere o no quiere hacer un sacerdote en La siesta del martes; un dentista sin título se desquita de un encono en contra del alcalde sacándole una muela sin anestesia en Un día de estos. Una mujer embarazada, que gana un poco de dinero lavando ropa, se enfrenta a de su pareja que ha empezado a robar en En este pueblo no hay ladrones. La prodigiosa tarde de Baltazar, por otro lado, muestra el conflicto de un astuto carpintero y el rico del pueblo y, en La viuda de Montiel, la viuda del difunto rico sufre los ajustes de cuentas de un pueblo resentido por los perjuicios que les causó el fallecido. Un forastero que perdió el tren, por lo que tuvo que quedarse en Macondo, identificado por un senil cura como "El judío errante", es señalado como la causa de una peste que causa la muerte de pájaros en Un día después del sábado. Una ciega sufre el maltrato de su nieta que no aguanta que le llamen la atención o que, a pesar de su falta de sentido de visión, su abuela pueda saber todo lo que hace en Rosas artificiales. Finalmente, en Los funerales de la Mamá Grande, se narra los últimos días de vida de la Gran Vieja, a la que estaba subordinado tanto el poder del gobierno, representado en la figura del presidente, como la Iglesia Católica, personificada en el Papa. Mientras más lee, el lector comprende la vastedad del imperio de dicha mujer, y el porqué del calificativo de “Grande”: "Ahora podía el Sumo Pontífice subir al cielo en cuerpo y alma, cumplida su misión en la tierra, y podría el presidente de la República sentarse a gobernar según su buen criterio, y podían las reinas de todo lo habido y por haber casarse y ser felices y engendrar y parir muchos hijos, y podían las muchedumbres colgar sus toldos según su leal modo de saber y entender en los desmesurados dominios de la Mamá Grande, porque la única que podía oponerse a ello y tenía suficiente poder para hacerlo había empezado a podrirse bajo una plataforma de plomo.
Un poder gamonal que no dejaba que ni el presidente pudiera gobernar según su criterio. ¿Acaso no es lo que -con el peligro se sacar completamente de contexto un cuento que podría haber sido pensando sin ningún fin parecido al que se está por enunciar- lo que ha pasado en países subdesarrollados?
Sea nuestra hipótesis correcta o no, lo cierto es que en Los funerales de la Mamá Grande, Gabriel García Márquez va forjando Macondo y perfeccionando su realismo mágico. El tema de los cuentos muestras cierta temática social, simbolizado en la lucha de variopintos personajes entre sí. Obra de lectura ágil, muestra la capacidad cuentista de Gabo.

La idealización de la amada en tres “Nocturnos” de José Asunción Silva

Jesús Hidalgo Campos

Nocturno. Pieza de música vocal o instrumental, de melodía dulce, propia para recordar los sentimientos apacibles de una noche tranquila. (DRAE)

El poeta bogotano José Asunción Silva (1865-1896) agrupó tres poemas en El libro de versos bajo el título de “Nocturnos”. En el primero, “A veces cuando en alta noche”, el poeta hace referencia a las noches en que la amada toca el piano, gracias a lo cual la mente del yo poético regresa a ocasos que ambos amantes observan desde la ventana de la estancia de un castillo. En el segundo poema, “Poeta, di paso”, nos hallamos ante tres noches distintas que el poeta recuerda desde diversas perspectivas. En la primera y segunda, el yo poético y la amada sostienen sendos encuentros amatorios a la luz de la luna en una “selva negra y mística” y en una “alcoba sombría”, mientras que en la tercera, la “noche trágica”, la amada yace muerta y el poeta observa su cuerpo sin vida. Incluso, se podría indicar una cuarta noche desde la cual el poeta recuerda las tres anteriores (1). En el último poema, solitario en una noche, el yo poético rememora a su amada caminando sobre “arenas tristes” a la luz de la luna hasta llegar a la alcoba donde se encuentran ambos, pero al tener el encuentro amoroso ya el frío de la amada anuncia “el frío del sepulcro… el frío de la muerte… el frío de la nada”. Como vemos, las tres composiciones reflejan dos tiempos, un tiempo desde el cual el yo poético escribe o recuerda un tiempo pasado, una noche con la amada.
Según Germán Arciniegas, de los poemas se desprenden algunos rasgos biográficos del propio Silva. Así, este crítico ha señalado que en su juventud “Se reunían -¿dónde, cómo, cuándo?– Silva, Sanín, Arias Argáez… y eran coloquios como fuera de lugar. O en la sala, con el piano al fondo y la música de los Nocturnos en el atril”. De acuerdo con Arciniegas, Silva era aficionado a los “Nocturnos” de Chopin, por lo que debe entenderse que a ellos hace alusión en estos poemas. Asimismo, señala que
hay un camino que a mi juicio ayuda a comprender la elaboración del ‘Nocturno’… el poeta se detiene ante la noche de plenilunio en esta Bogotá situada entre los montes vírgenes que le forman un espaldar de ramas y musgo, y la sabana, horizonte de sauces, robles, eucaliptus y lagunas donde la luna esparce su luz blanca. Nadie que conozca esta geografía poética deja de encontrarla en los versos en que se entrelazan las sombras de la muerte y el recuerdo.

Pero, sobre todo, Arciniegas ha querido ver en esta imagen femenina idealizada una alusión a Elvira, hermana de José Asunción, como cuando propone que “Como fondo de su estancia [la de Silva] en París, sería la Elvira que se aleja en el ‘Nocturno’ y que está detrás de la pantalla musical”. No estoy muy seguro de que de alguno de los tres poemas que conforman la sección “Nocturnos” emane alguna referencia a Elvira (a menos que sea ella la que toca el piano en “A veces cuando en alta noche”). Sí me parece, más bien, que esta presencia responde a la idealización femenina como tópico literario.
Ya Gustavo Mejía ha destacado que encasillar a “Una noche” como poema elegíaco “habría de desembocar en una desafortunada lectura que establecía vínculos inmediatos entre la biografía del poeta y la obra literaria, derivando hacia la confusión de los sentimientos expresados en el poema con las relaciones entre el propio Silva y su hermana Elvira”. De lo que sí hay seguridad es que en el primer poema se retoma la imagen de la mariposa (“Sobre las teclas vuela tu mano blanca, / Como una mariposa sobre una lila” vv. 2-3), que tan simbólica será en De sobremesa, la célebre novela de José AsunciónSilva. Así, se narra la mañana siguiente a la escena ritual nocturna en la que Helena arroja a Fernández un ramo de rosas pálidas desde su balcón:
Cuando desperté esta mañana, después de un dormir enfermizo, conseguido con dos gramos de cloral y lleno de las imágenes del día, de los ojos azules, de la faz pálida, de la cabellera castaña, del incesante revoloteo de una mariposilla blanca sobre tres hojas verdes y del ramo de rosas, el sol rayaba de oro las persianas de mis balcones.

Si tenemos en cuenta que la Helena de De sobremesa es una invención literaria con rasgos similares a la mujer débil de las representaciones de la escuela prerrafaelita de Dante Gabriel Rossetti y su Cofradía, representaciones de las que tanto gustaba Silva (hecho que se refuerza con la semejanza que establece José Fernández entre Helena y una virgen de Fra Angélico), que aparezca una mariposa en el poema podría brindar una pista de lectura hacia la opinión de que nos encontramos frente a una idealización y no frente a una persona real y concreta.
Otro argumento a favor de la idea de que la mujer amada representada en los tres “Nocturnos” es una invención ficcional y no una persona de carne y hueso lo ofrece Gabriel García Márquez cuando señala que los contemporáneos de José Asunción Silva
Nunca entendieron que no se le conociera novia a un hombre famoso por sus memorables poemas de amor. No entendieron que hubiera rechazado a una de las solteras más codiciadas de la ciudad, hija y sobrina de presidentes, y que acompañara a sus amigos de bohemia a lugares prohibidos sin arriesgar la virginidad. Entonces lo llamaron –¡cómo no!– El casto José.

Si a José Asunción no se le conoció mujer y, además, rechazó a la hija de altos funcionarios colombianos, parecería obvio que su representación de la mujer esté más emparentada con la literaria (y la pictórica) que con la autobiográfica. Finalmente, como ya ha señalado Eduardo Camacho, la filiación entre Silva y Edgar Allan Poe es notoria, en vista de que en su poema “The Raven” “Poe afirma que el asunto más poético del mundo es la muerte de una bella mujer… ¿No es éste el asunto de los mejores poemas de Silva?”. En efecto, el recuerdo de una bella mujer que el yo poético amó en un tiempo pasado es el tema de los tres “Nocturnos”, por lo cual, como se ha explicado anteriormente, respondería a un tópico literario: la idealización de la amada muerta.
En conclusión, este tópico brinda cohesión y sentido de conjunto a los tres poemas que el poeta colombiano José Asunción Silva agrupó bajo el rótulo de “Nocturnos” en El libro de versos. Con ello, se puede dejar de lado interpretaciones que relacionan los poemas con la biografía del autor pero que, definitivamente, simplifican el trabajo artístico del casto José.


Notas:
(1) Esto se remarca con mayor claridad en la versión original del poema, “Ronda”, la cual concluye con el siguiente par de hexasílabos: “Poeta, a las sombras / Temblando me vuelvo” (vv. 34-5).

Después del Inca Garcilaso, Vargas Llosa

El Inca Garcilaso de la Vega es, sin duda, el escritor peruano que más ha marcado nuestras letras. Sus Comentarios Reales de los Incas y la Historia General del Perú están escritos en una prosa muy fina y rica que atrapan al lector de inmediato. Su obra, además, si bien pretendía ser histórica, ahora la podemos ver como un testimonio literario inigualable, fundador de nuestra literatura en el siglo XVI. Hoy, en el siglo XXI, es válido preguntaros si es que después de Garcilaso ha existido –o existe– algún escritor tan genial y trascendente como él. En mi opinión –que de hecho es muy polémica y discutible para muchos– la figura literaria más importante, en el campo de la narrativa, tras el Inca, es Mario Vargas Llosa. Fundamentaré, en seguida, mi opinión.
Lo primero que me lleva a decir que Vargas Llosa es, tras el Inca, el escritor más trascendente de nuestro país, es el poder de representatividad que tienen sus obras. Quiero decir que un común denominador en muchas de las novelas de nuestro afamado escritor, es la presencia de las múltiples voces que componen la realidad peruana. La polifonía de la que habla Mikhail Bajtin está presente en gran parte de la obra novelística de Vargas Llosa. Pero, lo importante no es sólo representar las distintas voces, pues muchas veces al ponerlas por escrito se les tergiversa, se les quita su esencia y se vuelven caricaturas con forma de cliché. Mario Vargas Llosa es uno de los pocos escritores que, con un finísimo oído y un talento narrativo excepcional, logra plasmar en sus obras la voz, tal cual es en la realidad, de las distintas realidades que coexisten amalgamadas en el Perú.
Con respecto al punto anterior, puedo advertir que muchos protestarán oponiendo a José María Arguedas y diciendo que él, en efecto, plasmó todas las sangres en su obra. Pienso que no hay razón para dicho enfrentamiento, pues la genialidad de Arguedas radica en haber creado un lenguaje especial, muy bien elaborado, que le permitía representar de un modo entendible para el gran público las distintas realidades que él había visto y vivido. Vargas Llosa, por su parte, lo que hace es trasladar al campo narrativo múltiples voces, él no pretende crear un lenguaje especial. Viéndolo de este modo, resulta inútil pretender oponer a sendos escritores. Ambos se han acercado a la realidad de distintos –y geniales– modos.
Lo segundo que me lleva a proponer a Vargas Llosa como nuestro segundo escritor más significativo, es la magnífica ingeniería literaria, por llamar de algún modo a su manejo de los recursos narrativos, que despliega en sus novelas. La obra cumbre a este respecto, no cabe duda, es Conversación en La Catedral, aquella monumental novela en la que el personaje principal se pregunta “en qué momento se había jodido el Perú” y en qué momento se jodió él mismo (esto causa en lector una introspección para buscar el momento en el cual él mismo se jodió). En este relato, el recurso más elaborado es el diálogo periscópico, es decir, la mezcla de varios tiempos dentro de una construcción dialogística (una línea puede ser la conversación actual entre Santiago y Ambrosio, la siguiente puede ser un diálogo entre Ambrosio y el padre de Zavalita años antes). La ciudad y los perros es otra estupenda novela, en la cual la hábil mano del autor logra una construcción narrativa, en la que el narrador parece borrarse y el lector se siente en contacto directo con los personajes. Estas dos novelas son, por supuesto, solo un pequeño ejemplo dentro toda la vasta maquinaria narrativa que se extiende a lo largo de las novelas de Vargas Llosa.
Un tercer punto que me hace pensar en Mario Vargas Llosa como el escritor que tras Garcilaso ha marcado con mucha fuerza las letras peruanas, es el reconocimiento internacional del que nuestro contemporáneo novelista goza. Muchos dicen que esto es producto del marketing, que el famoso “boom” de la literatura hispanoamericana fue la plataforma hacia la cual Vargas Llosa saltó, junto con otros, a la fama mundial. Ciertamente, el “boom” y la labor de la representante literaria Carmen Balcells, fueron cruciales para dar a conocer a los nuevos narradores latinoamericanos; sin embargo es mezquino reducir el reconocimiento internacional solo a factores extraliterarios. La obra del Inca Garcilaso como la de Vargas Llosa, ha merecido la atención internacional porque esencialmente son piezas literarias de gran calidad, que plasman genialmente, a través de la sagaz mano de su autor, la realidad de la que parten y buscan representar.
He expuesto aquí brevemente tres razones, de entre varias otras, por las que pienso que tras la figura excepcional del Inca Garcilaso, se encuentra la también genial figura de Mario Vargas Llosa, de quien me atrevo a decir con mucha convicción que es el mejor novelista que ha engendrado el Perú. Por supuesto, mi opinión, como todas, es debatible. Pero lo que sí debe quedar fuera del debate son los prejuicios.

Editorial

Parece mentira que ya hayan pasado poco más de seis meses desde que, reunidos en una de las mesas del bar “Boliche”, Rashell Díaz Castillo, Jesús Salazar Paiva y yo decidiéramos emprender este proyecto editorial. Trabajamos arduamente para sacar nuestro primer número, nos fuimos abriendo paso no sin dificultad hasta que finalmente logramos, en septiembre, lanzar nuestro ejemplar inicial. La acogida fue realmente buena, con lo cual nuestro empeño se fortaleció aún más. Hoy, con mucho orgullo y satisfacción, pero al mismo tiempo con el sano inconformismo que nos hace querer seguir mejorando, les presentamos nuestro tercer número.
Esta tercera entrega marca una nueva etapa de la revista literaria “Boliche”. Y esto no es porque haya un cambio –que ya estaba programado– en la dirección, sino porque como equipo hemos decidido implementar nuevas secciones y cambiar el diseño gráfico con el cual se presenta la revista. De este modo, inauguramos ahora la Sección Cultural, el Vocabulario Literario y una sección de interacción con nuestro público llamada Cartas de los Lectores. Esta última nos emociona bastante, pues hemos recibido varias comunicaciones que nos han expresado su interés por nuestro proyecto y muy gentilmente nos han expresado sus comentarios y sugerencias. Asimismo, como ya se ha mencionado, el diseño ha sido refrescado, ya que creemos que es importante que la presentación vaya siempre de la mano con nuestra innovación en los contenidos.
Pero estas novedades no vienen solas. Ellas acompañan a nuestras secciones de crítica y creación literaria. Como en los números anteriores, estas incluyen artículos de reconocidos especialistas como el doctor Eduardo Hopkins y de personas que han encontrado en nuestra revista una tribuna para publicar por primera vez sus artículos, reseñas, cuentos o poemas. Desde aquí un cordial agradecimiento a todos nuestros colaboradores. Su confianza es para nosotros un aliciente para seguir trabajando y mejorando.
Ahora que ya he presentado este tercer número, quiero aprovechar el espacio de esta editorial para esbozar algunos comentarios alrededor de una pregunta que a primera vista podría parecer cándida: ¿son los lectores realmente conscientes de la ficción en la literatura? Como dije, a muchos podría parecerles que esta pregunta peca de ingenua o de redundante, pues asumen, correctamente por supuesto, que la literatura es ficción. Pero, ¿realmente se asume este postulado? Si fuera así, entonces por qué es común escuchar que algún erudito cuestione la “veracidad” histórica de cierta obra literaria, como por ejemplo se ha hecho con la maravillosa novela La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa. De otro lado, si fuera cierto que se da por sentado que toda obra literaria es una ficción, entonces por qué es tan usual que el público trate de encontrar el alter ego del autor en determinados personajes o trate de reconocer a ciertos personajes de la vida real en los personajes que componen la obra literaria.
Queda claro, pues, que pese a que se entiende a la literatura como ficción, existe una tendencia bastante notoria de querer cotejar o equiparar a la obra con la realidad. Esto lleva a algunos escritores a borrar las “huellas”, a querer deshacerse de esas marcas suyas que inevitablemente deja en cada uno de sus personajes. Pienso que llegar a este extremo no es necesario, pues la creación literaria adquiere por sí sola vida propia, se forja ella misma una identidad más allá de su autor. Claro, esto tampoco quiere decir que el autor ha muerto, como postuló en los años setenta el brillante semiólogo Roland Barthes. La presencia del creador es innegable, su estilo siempre se hace visible.
Me parece, sin embargo, que dentro de toda la confusión que puede generar, la búsqueda que hace el lector de huellas de la realidad en la obra literaria, es positiva. Cuando una persona se acerca a una obra literaria lo hace con mucha expectativa: espera que ese producto que está por descubrir lo transporte a nuevas realidades, que le presente a nuevas personas, que le suscite emociones, etc. Entonces, que un lector pretenda llevar a la realidad las líneas que acaba de leer significa dos cosas: que la historia es verosímil –la verosimilitud es el valor supremo en toda obra literaria– y que la trama ha impactado tanto a quien la ha leído, que dentro de ella o él ha surgido la necesidad de conocer físicamente a esos personajes que recién ha conocido.
Sin duda, este tema da para mucho más. Aquí solo he querido delinearlo brevemente y por supuesto insertarlo dentro del debate literario.
Antes de terminar, quiero agradecer a Rashell Díaz Castillo por sus gentiles y amigables palabras en su despedida. Quiero, además, felicitarla por su excelente labor en la dirección de los dos primeros números. A ella y a Jesús Salazar Paiva, les debo todo mi respeto, cariño y admiración. Realmente es un honor y un gusto enorme poder llamarme amigo de ellos.

Bruno Nassi P.
Director Revista Literaria “Boliche”

Cambio de mando

El proyecto iniciado públicamente el jueves 10 setiembre del 2009 pero que se gestó unos meses antes, por el Grupo de Difusión Literaria (GDIL) fue el principio de una etapa diferente en la vida de sus fundadores. Aprendimos mucho de nuestro proyecto y gracias a él hemos engrandecido nuestras expectativas profesionales y personales. Aprendimos labores editoriales y logísticas, pues la materialización de una revista supone de un esfuerzo conjunto, compromiso y paciencia. .
Así, el inicio de nuestro recorrido ha sido trajinado, pero satisfactorio a pesar de seguir buscando más; poco a poco nuestras metas se han ido logrando. En nuestros seis primeros meses, nuestro entorno ha recibido con entusiasmo, alegría, críticas constructivas y algunos golpes que en su conjunto son enriquecedores para nuestro camino que a fin de cuentas es valorado por el público lector quien es parte importante en nuestra tarea de difusión.
De todo ello, aprendimos algo, de todo ello nos quedaron las ganas de aprender, de difundir y tener la certeza de que como iniciadores de este boom editorial -dentro de la PUCP, que esperamos se siga impartiendo-el cual creemos es muy importante pues se empieza a tener una conciencia de cultura editorial y a la vez se ha llegado a tener un impulso en la creación de otros grupos que, a pesar de tener objetivos diferentes a los nuestros y que respetamos como grupo abierto que somos, ha empezado a brotar dentro de un alumnado que antes se mantenía silente.
Nos enorgullece haber propiciado este cambio. Personalmente, como directora de las primeras dos ediciones de la revista, me produce una intensa satisfacción observar el desarrollo de este proceso estudiantil, predominantemente cultural,
en otros grupos que defienden su punto de vista y que demuestran, en su trabajo, una gran convicción, como nosotros, y que comparten nuestra expectativa de expansión y difusión de aquello que siempre nos reúne: la literatura y todo, todo lo que conlleva.
Por nuestra parte, aprendimos mucho y mejoraremos poco a poco escuchando a nuestros lectores, a nuestros profesores, los cuales depositaron su confianza en nuestra revista e – indirectamente- en nosotros. Siempre agradeceremos sus sugerencias, contribuciones, observaciones y discrepancias: esto representa este espacio.
Finalmente, me despido de esta labor y le doy la bienvenida a una persona muy capaz e innovadora a la que tengo el placer de llamar amigo y me uno al comité editorial, junto con un gran amigo, que en un futuro cercano demostrará aún más sus capacidades de liderazgo y cognoscitivas.
Por mi parte, gracias a los lectores, a los colaboradores y a quienes siguieron nuestros pasos, pues esa era una de nuestras grandes metas.